A partir de 1492 y siguiendo la idea matriz de Cristóbal Colón otras expediciones españolas se embarcaron en descubrir un paso hacia Oriente. En 1513 el descubrimiento de la Mar del Sur, el Océano Pacífico, abrió un campo de exploración realmente inabarcable y poderoso.
La inmensidad azul de un ignoto océano se abría ante los expedicionarios españoles que poco tardaron en surcar sus aguas abriendo nuevas rutas a la exploración. La experiencia demostró a aquellos intrépidos navegantes que entre Europa y Asia no era América la única tierra que existía.
Mas allá de las costas occidentales del Nuevo Mundo había otro mundo más nuevo aún, el que se ha llamado Oceanía. Los resultados de estos viajes de descubrimiento y exploración fueron impresionantes pues en menos de un siglo, desde 1520 hasta 1606, naves españolas descubrieron casi todas las innumerables islas de la Micronesia, Polinesia y Melanesia, desembarcaron en Nueva Guinea y contornearon las costas de la gran isla-continente: Australia.
En las siguientes líneas vamos a desmenuzar el verdadero origen del descubrimiento europeo de Australia en un recorrido profundo por la historia y geografía a través de diversos e inéditos mapas.
Los mares de Oriente
Este interesante capítulo de la Historia de España, la de la exploración del Pacífico, estuvo jalonado de expediciones donde no faltó el valor ni el derroche de pericia. La célebre expedición, capitaneada por Fernando de Magallanes (1480-1521), hizo acopio de valor y tesón, cuyo objetivo primero era alcanzar las islas de la Especiería (actual Indonesia) por una nueva ruta.
Después de un viaje accidentado y tras cruzar el Estrecho que lleva su nombre, el 27 de noviembre de 1519, los tripulantes de la expedición desembocaron en la entrada occidental del Océano Pacífico. La tripulación, tras sufrir grandes privaciones, llegó al archipiélago filipino en la primavera de 1521 donde Magallanes encontró la muerte tras una refriega con los nativos en la isla de Mactán el 27 de abril de 1521.
El vascongado Juan Sebastián Elcano culminaría el viaje de regreso a España con éxito con las bodegas de la nao Victoria repletas de especias y, lo más importante, la magna hazaña geográfica de circunnavegar la esfera terrestre por primera vez. El Emperador Carlos I como recompensa y honor a tal gesta otorgó un escudo de armas a Elcano con la famosa leyenda “Primus Circumdediste me”.
Gran presencia de Portugal en Oceanía
Hay que tener en cuenta que por aquellas fechas Portugal, la gran potencia rival de Castilla, ya estaba firmemente asentada, en forma de multitud de factorías y enclaves comerciales, en las islas de la Especiería. Los portugueses mantuvieron su posición hegemónica en las islas del Maluco aprovechando la base que establecieron en Malaca (actual Malasya) desde los tiempos de la expedición militar de Alfonso de Alburquerque (1511).
Las naves portuguesas también habían establecido bases comerciales en otras islas de Indonesia como Timor, el grupo de islas de las Banda, y las islas de Ternate y Amboina en las Molucas.
Antes del viaje de Magallanes y Elcano, el pequeño reino luso dominaba el comercio de las especias al ocupar todas las posiciones clave de dicho comercio después de haber desplazado a chinos, árabes, indios y malayos. Este verdadero imperio comercial portugués seguía su proyección llegando incluso a la gran isla-continente de Australia.
La teoría del descubrimiento portugués de Australia
La teoría de un descubrimiento portugués de Australia ha cobrado fuerza en los últimos tiempos y pruebas parecen no faltar. En primer lugar la propia geografía nos da bastante seguridad en nuestras elucubraciones puesto que hay que considerar la cercanía geográfica de los asentamientos portugueses en las islas de las especias de las costas australianas.
Por ejemplo la isla de Timor se encuentra a solo 500 kilómetros de las costas australianas y el mar de homónimo nombre que las separa tiene unos 480 kilómetros de ancho. Así pues viajes, fortuitos o intencionados, de naves portuguesas por el litoral australiano del Mar de Arafura o la Tierra de Arnhem no parecen descabellados.
La primera cartografía de Australia: el mapa del Delfín (1536)
Pero un pensamiento de aproximación geográfica necesita algo más que la mera especulación. Necesitamos pruebas materiales y éstas se llaman mapas. Nos tenemos que dirigir a la escuela cartográfica de Dieppe (Francia) para encontrar unos mapas cuyo contenido geográfico es revelador e incluso socavaría la visión tradicional de los viajes de descubrimientos geográficos.
Uno de los cartógrafos más relevantes de esta escuela fue Pierre Desceliers (1500-1558) quien en sus mapas ofrecía detalles precisos de las costas del Nuevo Mundo y, sorprendentemente, de un territorio que nadie conocía a ciencia cierta donde estaba pero que todos perseguían: Terra Australis Incógnita.
Bajo esta advocación se creía en la existencia de un supuesto continente que, teóricamente, debía encontrarse en el Hemisferio Sur para equilibrar la masa de la Tierra. Esta creencia partía desde la lejana Antigüedad aunque identifiquemos a este continente misterioso con la actual Australia. Qué pensaríamos si afirmásemos que un mapa procedente de esta escuela, en pleno siglo XVI, reprodujera las costas norte y este de Australia.
El llamado “Mapa del Delfín”, llamado así porque se elaboró durante el reinado de Francisco I de Francia para su hijo, el heredero de la Corona francesa (“Delfín”), el futuro Enrique II, parece anterior a 1536. Este mapa ha dado mucho juego a los investigadores ya que para muchos representa la primera visión del continente australiano por su forma pero lo realmente intrigante es quién fue su verdadero autor.
Hay que prestar atención a las inscripciones que hay en el mapa, es decir, en qué idioma están escritas. En un principio muchos estudiosos afirmaron sin rubor que las inscripciones del mapa estaban escritas en francés (o provenzal) pero un una observación más pausada nos indica que muchas inscripciones fueron copiadas de un original portugués o español.
Analizando comprobamos que el cartógrafo francés procuró traducir, lo más exactamente posible, a su idioma pero el resultado no fue el más acertado y mueve a la confusión. Así, por ejemplo, “tierra anegada”, lo convirtió en “terre ennegade”; “costa blanca o branca”, en “coste brancq”; “cabo Hermoso o Fermoso”, en “cabo de Fremoso.” Las costas representadas están jalonadas de topónimos en francés y portugués como “Illa”, “Terra alta”, “Río Bassa”, “Illa Fermoza”, “Illa Grossa”, etc.
Así pues la conclusión es rotunda: hubo algún tipo de conexión o trasvase de información entre los pilotos portugueses y los cartógrafos franceses. La Carta del Delfín se ha fechado, aproximadamente, en 1550, por tanto, los portugueses ya estaban bien asentados en las islas de la Especiería.
Incluso los aventurados se atreven a deslizar el nombre del proto-descubridor portugués de Australia: Cristóbal de Mendoça. Igual que en el caso del célebre prenauta de Cristóbal Colón que sirve para justificar el “fortuito” descubrimiento de América, en el caso de Australia está claro que navegantes, cuyos nombres no se han conservado, navegaron por sus aguas antes de su descubrimiento oficial. La fecha probable de la llegada de Cristóbal de Mendoça al litoral australiano se calcula entre 1522 y 1525 cuyos conocimientos y datos se volcarían apenas una década después en el Mapa del Delfín.
Barcos españoles y portugueses navegan por aguas australianas
Si aceptamos que portugueses y españoles fueron los primeros europeos en navegar por las costa australianas tenemos que hacernos la pregunta base: ¿desde cuándo?
La lógica y la propia cronología de los viajes de descubrimiento nos sugiere que los navegantes ibéricos, poco después de llegar a las islas de la Especiería y de haber entablado relaciones con chinos y malayos, debieron de intuir la presencia de la gran isla-continente, con todas las limitaciones que se quieran.
Debió hacerse el descubrimiento poco después de haber empezado a llegar las naves portuguesas y españolas a los mares de las Molucas y de Nueva Guinea; y antes de trazarse el primer mapa, en fecha que no puede ser posterior a la de la copia llamada Mapa del Delfín; es decir, entre 1511 y 1536.
Otra pregunta obligada: ¿Quién o quiénes impusieron esos nombres a las costas australianas? Lo más probable es que en la época de mayor actividad marítima en esta zona, en los días de Magallanes y Elcano, se llevaran a cabo expediciones que no conocemos, por tratarse de viajes clandestinos o no autorizados. Estos desconocidos navegantes vieron las costas de Australia y trazaron croquis que ellos mismos, o cartógrafos también desconocidos hasta hoy, aprovecharon para perfeccionar o completar el mapa del Mundo.
Hay una cuestión que no ha sido suficientemente meditada. Cuando se recuerda el reparto, entre España y Portugal, del mundo conocido y por descubrir, en área de influencia, en el trascendental Tratado de Tordesillas (1494), bajo el auspicio del Papa, siempre miramos una cara. Nos centramos en el Hemisferio Occidental, en el Nuevo Mundo, la incipiente América que asomaba en la Historia y movía todas las codicias e intereses.
Pero el mundo tiene otra cara, ¿cómo quedaron las áreas de influencias, entre portugueses y españoles, en los mares de Oriente? Salvo la espinosa cuestión de las islas del Maluco, fuente de las especias, pocos reparan en que otras islas, incluida Australia, entraban dentro del reparto teórico.
En efecto, la línea de división que estableció el Papa Alejandro VI cortaba casi por el centro la isla-continente de Australia. Por esta división toda la costa oriental australiana (Nueva Gales del Sur, Victoria y Australia meridional), incluida la isla de Tasmania, correspondía a los españoles.
Un dato curioso. Debido a la partición del mundo en dos partes, por el Tratado de Tordesillas (1494) acaeció el desplazamiento hacia el oeste del meridiano divisorio hasta los 370 grados. La consecuencia en esta parte del mundo austral es que Australia quedaba dividida por su parte central por una línea que hoy coincide, dato curioso, con la separación del estado de Australia Occidental del resto del país.
Primer defensor de la teoría del descubrimiento portugués de Australia
Llegados a este punto hay que romper una lanza a favor del escritor australiano George Collingridge (1847-1931). Gracias a sus exhaustivas investigaciones fue el primero en fundamentar la teoría de un descubrimiento portugués de Australia, en contra de la visión británica de la historia australiana, entonces vigente.
Collingridge estudió numerosos mapas observando la toponimia de los mismos y llegó a la conclusión que fueron los navegantes portugueses los que vieron y nombraron puntos de la costa occidental de Australia mientras que los navegantes españoles fueron los que descubrieron y dieron nombre a lugares de la costa oriental.
La división que establecía el Tratado de Tordesillas (1494), en el punto perfecto de ejecución en Australia. Collingridge publicó una “Descripción de antiguos mapas de la Australia” que tenía por objeto demostrar que Australia, Tasmania e incluso Nueva Zelanda habían sido descubiertas por los españoles y los portugueses antes de 1536, y que, por consiguiente, cuando los holandeses llegaron a estas tierras en el siglo XVII, dichas tierras, hacía ya próximamente un siglo que las conocían los navegantes ibéricos».
Teoría nada descabellada a la cual la asistía la razón, la lógica y las fuentes. Incluso ampliando su estudio, Collingridge, junto a Delmar Morgan, publicaron en la revista “Proceedings of the Royal Geographical Society of Australasia” artículos acerca del primer descubrimiento de Australia, con reproducción de mapas antiguos. Según estos autores los nombres españoles y portugueses, aparecían por doquier en la gran isla de Australia.
Según las distintas costas de la gran isla los principales topónimos eran los siguientes:
- Costa Occidental de Australia: Cabo Leoa, Abrolhos, Lome de cisne, Terra anegada, Costa d’Ouro y R. de Sto. Spirito.
- Costa Septentrional y Oriental: Andane barcha, islas de los Aligadores, Ribera de Muchas islas, Costa peligrosa, Bahía perdita, Costa de los Herbages, C.de Fremoso o Hermoso y Costa de las gracias.
Collingridge afirmó que la costa Oriental de Australia, desde el Cabo York hasta el promontorio de Wilson aparecía con más exactitud en este mapa antiguo que en los coetáneos de su época (mediados siglo XIX). En uno de estos mapas antiguos Collingridge cita a una pequeña isla, junto al Cabo York, con el nombre de “S.Sanos” o “E.u Sanos”, que pudiera interpretarse como abreviatura de Espíritu Santo.
Los holandeses, los cuales empezaron a explorar las costas australianas a partir del siglo XVII, en su cartografía convirtieron este accidente geográfico como “Speult” o “Spult”. Otra tierra aislada correspondiente al Cabo Arnhem (Norte de Australia), se denominaba “Aligter”, abreviatura o corrupción de Aligator pero que en mapas del siglo XVII, figuraba con el nombre de “Islas de los Cocodrilos”.
La toponimia de los Cocodrilos, de América a Australia
En otras épocas los accidentes geográficos se bautizaban en base a la flora que veían los expedicionarios, el viento que soplaba, la festividad de un Santo o la fauna que poblaba los nuevos lugares. En este caso vamos a utilizar a un animal en concreto, el cocodrilo, que nos va a servir de curioso guía cartográfico para apuntalar nuestras conclusiones.
Cuando los españoles desembarcaron en América, a partir de 1492, se les presentaba un mundo nuevo en todos los sentidos. Una naturaleza exuberante y desconocida hacía acto de presencia y los absortos tripulantes de aquellas expediciones solo podían comparar las criaturas que veían con sus escasos referentes.
Así los pumas fueron bautizados como “leones”, los jaguares como “tigres”, los bisontes como “vacas jorobadas”, los cocodrilos y caimanes como…¡lagartos! De hecho la palabra inglesa para denominar a los actuales caimanes del Mississippí, (Alligator mississippiensis) es “Alligator”, cuyo origen es español.
Los cocodrilos en América
Cuando los españoles penetraron en la península de Florida, en la expedición de Juan Ponce de León en (1513), se asombraron al ver tantos caimanes y de tan gran tamaño en las riberas de los ríos. Los incrédulos españoles no creían lo que veían y los motejaron como “lagartos”. Cuando veían uno tomando el sol o nadando, gritaban asustados, para alertar a sus compañeros: “¡Allí lagarto! Esta expresión, con el paso del tiempo, se fue deformando hasta derivar en el anglosajón “Alligator”.
En América del Sur y Central abundaban los cocodrilos y caimanes. Una de las primeras descripciones de estos monstruosos reptiles la tenemos gracias a Fray Bernardino de Sahagún (1499-1590) quien en su “Historia general de las cosas de Nueva España” describía a los caimanes como ”unos grandísimos lagartos que ellos llaman acuetzpalin y los españoles los llaman caimanes; son largos y gruesos, tienen pies y manos, y colas largas y dividida la punta en tres o cuatro: tienen la boca muy ancha, y muy ancho tragadero; los grandes de ellos traganse un hombre entero.”
La toponimia inscrita en los mapas reflejaba la abundancia de estos reptiles y no era raro que muchos ríos o estuarios fueran denominados con el nombre de lagartos, como el Río Lagartos en el litoral norte de la península de Yucatán (México). La figura del cocodrilo marca su influencia en la cartografía pues incluso existe un sorprendente mapa de un tal Fernando Vicente en el siglo XIX. En el mismo aparece representada la isla de Cuba de manera casi mimética con la figura de un enorme cocodrilo.
Los cocodrilos en Asia y Oceanía
En el otro extremo del mundo, en tierras e islas de Oriente, también habitan los grandes saurios como los cocodrilos. En particular una especie temida, enorme y muy agresiva. Me refiero al cocodrilo marino (Crocodylus porosus) reconocido como el reptil viviente más grande del planeta.
Esta especie de cocodrilo habita desde las costas orientales de la India, Indochina, Indonesia, varios archipiélagos oceánicos como las Salomón, y todo el Norte de Australia. Tan amplia área de distribución se debe a la adaptabilidad del cocodrilo marino y, sobre todo, su capacidad para cubrir grandes distancias. Estos reptiles son capaces de nadar mar adentro y llegar a distintas islas.
Los científicos creen que los cocodrilos son capaces de viajar 500 kilómetros a través del Mar de Timor desde Australia. Un grupo de investigadores de la Universidad de Queensland, en Australia, siguió los desplazamientos de una veintena de cocodrilos usando sensores y transmisiones satelitales. Los reptiles realizaban sus desplazamientos pero solo cuando la corriente marina iba en la dirección de su viaje.
Ya sabemos la viabilidad de navegar entre la isla de Timor y el litoral norte australiano. El Mar de Timor, tiene unos 480 kilómetros de ancho con un profundidad media de 200 metros al extenderse sobre la plataforma Sahul, parte de la plataforma continental australiana. Incluso la influencia del cocodrilo llega a Timor en forma de leyenda ya que según su folklore Timor antes de ser isla fue un cocodrilo. Tras entablar relación amistosa con un niño este cocodrilo mitológico se convirtió en una isla donde su rígida espalda se convirtió en las montañas, y sus escamas en las colinas de Timor.
Las islas de los cocodrilos, en el Territorio del norte de Australia
Fábulas aparte hay un lugar concreto de la geografía australiana que aparece de manera constante en la primera cartografía elaborada de la gran isla-continente. Me estoy refiriendo a la Isla de los Cocodrilos. En realidad son un conjunto de islas, más o menos pequeñas, habitadas históricamente por el pueblo Yan-nhanu, en el actual Territorio del Norte de Australia.
Estas islas están situadas frente a la costa de Arnhem Land en el mar de Arafura. Los lagos de las islas albergan gran cantidad de especies de aves y, sobre todo, una gran población de cocodrilos de agua salada, que dan nombre a las islas. Oficialmente fueron los holandeses los primeros europeos en llegar a este lugar que bautizaron como “Crocodils Eÿlandt”.
Como hemos descrito y expuesto en las líneas anteriores pensamos que los holandeses tradujeron, literalmente, el término de los nombres españoles (o portugueses) que jalonaban los primeros mapas de Australia. Collingridge afirmaba que en los mapas antiguos examinados por él identificaba unas “islas de los Aligadores”, en la costa septentrional, es decir del Norte, de Australia.
Los holandeses que bautizaron este territorio como Tierra de Arnhem, denominaron a este punto como “Aligter”, deformación de la palabra “Alligator” como ya sabemos, de raíz hispana. Así pues, es más que probable, que los navegantes y tripulantes españoles fueron los primeros europeos en toparse con estos gigantescos reptiles en aguas australianas y denominar este accidente geográfico así.
Los holandeses, en dura pugna con la Monarquía Hispánica, lo que hicieron fue caminar sobre las huellas de los portugueses y españoles en aquellas latitudes. Tras el trascendental viaje de Pedro Fernández de Quirós en 1606, a resultas del cual se atravesó por primera vez el Estrecho de Torres que separa la isla de Nueva Guinea de la coste norte de Australia, los sucesos se aceleraron.
La flamante Holanda que, aprovechó la Tregua de los Doce Años (1609-1621), un respiro en su guerra contra la Monarquía Hispánica, empezó a labrar su pujanza comercial y naval. Los holandeses fundaron en 1602 la Compañía de las Indias Orientales y empezaron a atacar las bases portuguesas en Asia, estableciéndose en la isla de Java (Batavia).
Los exploradores holandeses no descansaban y Dirk Hartogszoon descubrió en 1616 la “Tierra de la Unión”, los límites de un gran continente seguido por Jan Carstensz en 1623 (Tierra de Arnhem), sin mencionar los descubrimientos de Abel Tasman (1642) quien denominó con su nombre la isla de Tasmania.
Los descubrimientos holandeses, a la zaga de las exploraciones hispano-portuguesas, del litoral australiano hizo que en los mapas cartográficos de la época se conociera como Nueva Holanda; que luego se extendió a todo el continente. La “Austrialia” de Quirós quedaba desplazada de los mapas a pesar, dato bastante curioso, que cuando el navegante portugués realizó su descubrimiento en 1606 el Rey era a su vez de España y de Holanda (Flandes).
Muchos años después de los primeros viajes de exploración de portugueses y españoles por aguas de Australia, seguidos de los holandeses, la cartografía seguía señalando la “Isla de los Cocodrilos.”
Por ejemplo, a finales del siglo XVIII, cuando los británicos ya habían empezado a colonizar Australia, en la “Carta de la Nouvelle Hollande et des Archipels situés au Nord et a l’est de cette”, referentes al viaje de d’Entrecasteaux, capitaneando las fragatas francesas “Recherche” y “L’Esperance” (1791), representa un mapa de Australia con algunas deficiencias. Salvo la costa Sur de la isla todo lo demás está bastante bien delineado y perfilado.
Aparece la isla de Tasmania (Tierra de Diemen) pero muy mal delimitada y con una referencia al viaje de Tasman en 1642. Aparecen señaladas la “Nouvelle Galles Meridionales”, es decir, Nueva Gales del Sur y el Estrecho de Torres aparece representado muy empequeñecido entre las Islas del Príncipe de Gales, Endeavour, etc. y en la costa norte aparece la “I.des Cocodriles.”
En 1812 nos encontramos la “Carta Naútica de Oceanía”, autorizada por José Espinosa y Tello (1763-1815), que reproduce la isla de Australia en base a gran parte de la toponimia que usaron los holandeses en sus viajes de exploración. De hecho la isla-continente austral sigue recibiendo el nombre de “Nueva Holanda” y aparece todo el litoral que rodea la isla perfectamente representado y detallado.
Como datos complementarios anota en el mapa las singladuras relevantes de navegantes precedentes como el viaje de Luis Váez Torres en 1606, el de “Sebastián Elcano después de la muerte de Magallanes en 1522” o el de los “Sres.Malaspina y Bustamante en 1793”, etc. En este mapa aparece, igualmente, representada la isla de los Cocodrilos, con su nombre holandés “Cocodrils Eylandt”, localizada a su vez en la “Arnheims Landt”.
Como punto final sabemos que en aquellos siglos era costumbre adornar los mapas con figuras de hombres, animales, plantas, etc. Pues como un reclamo animal más que nos ayuda a entender a los primeros descubridores tenemos a una figura singular en uno de los mapas del Atlas Vallard (1547) así como en uno de los mapas de Pierres Desceliers (1550).
La figura representada creo que es un guanaco y los mapas se habían realizado, presumiblemente, antes de 1536. Atendiendo a la lógica antes de este año solo podían haber visto guanacos los españoles que habían estado en el territorio de los Andes o que, como los tripulantes de las expediciones de Magallanes y Loaisa, habían navegado por el litoral sur de América del Sur (Patagonia y Tierra de Fuego).
De hecho, el mismo Pigafetta, cronista oficial de la expedición de Magallanes, nos legó una primera descripción de aquel extraño animal que aparecía, por primera vez, ante ojos europeos. Reza así: “que tiene cabeza y orejas de mula, cuello y cuerpo de camello, patas de ciervo y cola de caballo, y relincha como éste.”
Reivindicar los descubrimientos ibéricos
A pesar de estas evidencias, la historiografía anglosajona sigue remarcando el viaje del capitán Cook, más de dos siglos después del mapa de Dieppe, como el verdadero descubridor de Australia.
Incluso la reciente obra de Phillip Knightley, “Australia. Biografía de una nación”, despacha en cuatro lacónicas frases los siglos de exploraciones portuguesas de la manera siguiente: “existen indicios nada concluyentes de que los portugueses hubiesen podido visitar no sólo el interior del país sino también la costa este.”
Los portugueses descubrieron Australia a principios del siglo XVI y los españoles, a principios del siglo XVII, con la expedición de Quirós, la bautizó como “Austrialia”, de donde deriva su denominación actual. Sería saludable, ante el desarrollo del quinto centenario de la primera vuelta al mundo por Magallanes-Elcano, reivindicar los descubrimientos ibéricos puesto que, en esta ocasión, los árboles si nos permiten ver el bosque.
Bibliografía
-BELTRÁN Y RÓZPIDE, Ricardo. “Descubrimiento de la Oceanía por los españoles.” Conferencia del 10 de marzo de 1892. Ateneo de Madrid. 1892.
-VALLARD, Nicholas. Atlas. “Carta de Indonesia, parte meridional de Asia y supuestas costas del norte de Australia”. Dieppe (Francia).(1547). Atlas realizado para Nicholas Vallard. Edición Facsímil de Moleiro (2008). Libro manuscrito en pergamino: coloreado.68 ps. Archivo General de Indias. Sevilla. Biblioteca, GR-145
-BODEGA Y QUADRA, Juan Francisco. “Carta de Oceanía”. (18??).Biblioteca Virtual de Defensa.
-D’ENTRECASTEAUX. “Carta de la Nouvelle Hollande et des Archipels situés au Nord et a l’est de cette”(1791).Biblioteca Virtual de Defensa.
-ESPINOSA Y TELLOA, José. “Carta Naútica de Oceanía”. Biblioteca Virtual de Defensa.
-COLLINGRIDGE, George. “The discovery of Australia: a critical, documentary and historic investigation concerning the priority of discovery in Australasia by Europeans before the arrival of Lieut. James Cook, in the “Endeavour”, in the year 1770. (1895)
ES MUY INTERESANTE TODO LO QUE ME ENVIAIS DE DIFERENTES DEL MUNDO, SON HISTORIAS MUN CURIOSAS Y FRANCAMENTE MUY INTERESANTES. GRACIAS.
Gracias por el artículo, Carlos :)
Tengo una «crítica». No entiendo eso de traducir los nombres de las personas para el español. Es Fernão de Magalhães y no Fernando de Magallanes. Es Afonso de Albuquerque y no Alfonso de Albuquerque.
Saludos