Hace muchos años vi un reportaje en el que un periodista puertorriqueño, creo recordar, entrevistaba a Javier Bardem, un actor español. En un momento, no sé bien a cuento de qué, el periodista le dijo a Bardem: “claro, es que él ni siquiera es latino, es italiano”. Me quedé impactadísimo.
Para ese hombre, el país que ocupa la zona de donde fueron originarios los latinos y cuya lengua principal es una lengua latina no es latino.
Uno crece y aprende, y, sobre todo, como filólogo, comprende que las palabras tienen muchísimas acepciones que cambian con el grupo social que las dice, el país o incluso la jerga profesional, por no hablar del tiempo. Ningún uso social de una palabra es correcto o incorrecto.
En el mundo en que vivimos hoy y para el público en general, un latino es un habitante u originario de América Latina, que puede o no incluir Brasil o la Guayana francesa, Surinam o Belice, dependiendo de a quién le preguntemos.
Este concepto, nacido en la mente de un francés (Des intérêts matériels en France, 1837, François Chevalier) y expandido por su uso en los EE. UU., es el que ha triunfado y con el que es más reconocible y entendible actualmente este adjetivo.
Para un romanista, es decir, un estudioso de las lenguas romances o latinas, un latino es cualquier persona que hable una lengua cuyo origen sea el latín. Un salvadoreño, argentino, rumano, suizo de habla francesa, italiana o romanche, un belga de Valonia, un filipino que hable español o un senegalés que hable francés. Todos somos latinos.
La latinidad, para un romanista, insisto, es una cuestión lingüística, no sociocultural o geográfica, como la mayoría entendemos hoy día. La expansión del uso estadounidense es tan amplia que ya ni siquiera los latinos de Europa se reconocen en ese término, como hasta hace algunas décadas sí ocurría.
En este artículo expliqué cuántas eran las lenguas romances generalmente admitidas actualmente. No todos los lingüistas estarían de acuerdo con la clasificación expuesta, pero sí es representativa de la opinión de la mayoría de los especialistas.
También hice una breve referencia a la separación entre Romania Oriental y Romania Occidental, es decir, a los dos grandes grupos en que se dividen las lenguas hijas del latín. Sin embargo, este tema es bastante polémico y han surgido muchas y muy diferentes propuestas.
Qué es la Romania
Al inicio de la existencia de Roma, el adjetivo romanus significaba nativo de la ciudad, es decir, persona de Roma con ciudadanía romana.
Con el tiempo, sucesivos emperadores fueron extendiendo la ciudadanía a toda Italia o a los nobles de fuera de la península. Como última expansión, a todos los habitantes del Imperio. Así, romanus adquirió un tinte jurídico, un ciudadano del Imperio de Roma.
Poco tiempo antes de la caída de Occidente, a finales del siglo IV, se empezó a usar el término Romania como equiparación de Germania, Grecia, Gallia, Britannia… es decir, el país de los romanos era la Romania.
El término Romania duró tan poco como la vida que le quedaba al Imperio romano de Occidente, pero no pasó lo mismo con romance o latino, que siguieron usándose con valores lingüístico, culturales y religiosos.
Actualmente, la palabra se ha recuperado en romanística para hacer referencia a todos aquellos territorios donde los idiomas romances se hablan o hablaron.
La Romania propiamente dicha iría desde Portugal hasta Rumanía, con un gran salto entre Italia y esta última. Incluiría todos los territorios europeos donde actualmente se habla romance.
La Romania Perduta es aquella donde se habló latín pero no ha sobrevivido ninguna lengua romance, como Britannia o Germania (la parte occidental de la actual Alemania).
Por último, tendríamos la Romania Nova, aquellas zonas que no formaron nunca parte del Imperio pero que, tras la colonización europea, son latinoparlantes. El más claro ejemplo de esto es América Latina, pero también África, Quebec y algunas zonas de Asia.
Divisiones de la Romania: orientales y occidentales
La primera división de la Romania se la debemos al mismísimo fundador de la disciplina, Friedrich Diez (su apellido no es español, sino muy alemán, y se pronunciaría algo así como “di:ts”, con una “i” larga). El autor separó, ya en el siglo XIX, las lenguas romances en dos grupos: oriental, bloque formado por el rumano y el italiano, y occidental, formado por todas las demás.
Esta concepción de las lenguas romances ha variado en muchos matices, pero sigue usándose prácticamente tal cual hoy día. La mayor diferencia es que, al añadirse más idiomas, se ha delimitado más.
El sardo y las lenguas del norte y al oeste de Italia forman parte de la zona occidental, mientras que el bloque oriental estaría constituido por el italiano, el rumano y todas las lenguas del centro-sur de Italia. La línea divisoria toma el nombre de las dos ciudades entre las que se traza, La Spezia-Rimini.
Esta categorización es la que más sigue usándose por tradición y comodidad geográfica, pero presenta varios problemas. Los dos mayores rasgos (no los únicos) que separan ambos bloques son la formación del plural y el tratamiento de las oclusivas latinas intervocálicas.
La formación del plural y las consonantes oclusivas latinas
En cuanto al plural, la norma general dice que las lenguas orientales hacen el plural o>i, a>e, por ejemplo, en italiano amico>amici (amigo/s) o sorella>sorelle (hermana/s).
En relación al tratamiento de las oclusivas latinas intervocálicas, que son p/t/k, las lenguas orientales las conservaron mientras que en el bloque occidental se inició un proceso de lenición (debilitamiento) que las cambió a b/d/g o fue incluso más allá, ocasionando a veces incluso la pérdida. Así, por ejemplo, frente al italiano perduto, tenemos el español perdido (en no pocas variedades, incluso, «perdío»).
Problemas de la división entre oriental y occidental
Sin embargo, cuando uno se pone a escudriñar la realidad, ve que hay varios problemas para aceptar esta clasificación. En el occidente tenemos una lengua, de las que no ha tenido éxito político en la historia, llamada aragonés.
Se habla por apenas unas 10 000 personas en el norte de la comunidad autónoma de Aragón, en España. En esta lengua, las oclusivas intervocálicas latinas se conservan igual que en latín, es decir: p/t/k. Lo mismo ocurre en el bearnés, que se habla justo al cruzar los Pirineos, en Francia.
Además, en las lenguas del norte de Italia, del bloque occidental y con una fonética que podría recordarnos más al francés que al italiano, los plurales suelen formarse o>i, a>e, como ocurre con las lenguas orientales. Asimismo, también algunas zonas del sur de Italia, entre Calabria y Lucania, hacen el plural en -s.
El español y sus grupos dialectales en el mundo
Los tres grupos de la Romania
A mediados del siglo XX Amado Alonso y Wartburg crearon una nueva clasificación basada en el grado de semejanza con el latín. Así, la Romania quedaría dividida en tres zonas, el francés y el rumano serían cada uno un grupo, las dos más alejadas del latín, y todas las demás formarían un único grupo, las más cercanas a la lengua madre.
El vocalismo latino
También a mediados del siglo XX, Hall propone una clasificación según la evolución del vocalismo latino. Dejando de lado los tecnicismos, diremos que el extremo meridional de Italia sería un grupo, básicamente el siciliano, el rumano sería otro grupo y todas las demás lenguas romances otro.
Las divisiones regionales de lenguas
La clasificación que parece más viable actualmente parece la que divide a las diferentes lenguas en grupos más pequeños. Son el iberorromance (las lenguas de la península ibérica), galorromance (las lenguas de Francia), galoitalianas (las lenguas del norte de Italia) retorromance (friulano, ladino y romanche), ítalorromance, (centro y sur de Italia), y balcanorromance (rumano, arrumano, istriorrumano). Para algunos también sería necesario añadir el occitanorromance (occitano y catalán).
Clasificaciones tipológicas
Todas estas clasificaciones son de corte genético, pero no son las únicas que se han hecho. Para no alargar más el artículo, hablaremos solo de una que atendía más a la tipología.
Mario Pei clasificó a los romances según la conservación de las vocales latinas. Así, el francés es la lengua que tiene menos vocales en común con el latín (me refiero, cuando digo en común, a que la misma vocal continúe en el mismo sitio), con una tasa de transformación del 44%, el portugués un 31%, el rumano un 25%, el español un 20% y el italiano un 12%.
Fuentes:
- Verne, ¿Latino o hispano?
- Open Edition, Sobre el concepto de América Latina, ¿invención francesa?
- Monteanu Colán, Dan Breve historia de la lingüística románica Arco Libros SL, 4ª edición, 2019, Madrid
¡Fascinante! Gracias.
Paquita
(Francisca Picón)