Es imposible entender el Atlántico sin las islas que lo conforman. A simple vista parece una obviedad, pero si profundizamos un poco en el tema vemos que la cuestión insular es absolutamente inseparable no solo de la realidad atlántica, sino de las referencias a los límites occidentales del mundo y de la relación del hombre con ese espacio, e incluso consigo mismo.
La isla es reclusión, es aislamiento, es el escenario de una especie de realidad paralela, en ocasiones. En este sentido, las diferentes sociedades atlánticas, desde sus orígenes, consideran el concepto insular como algo mucho más profundo que un simple segmento de tierra en el océano. No podemos entender la cultura celta sin las islas y sus metáforas; no podemos entender la idiosincrasia de los pueblos atlánticos sin el concepto insular.
Desde un punto de vista geográfico, las islas, y sobre todo las atlánticas, recibían un trato especial: los geógrafos medievales les dedicaban capítulos específicos de sus obras, y si leemos sus descripciones de ellas, eran lugares asombrosos.
Desde Thule, sumida seis meses en la luz y seis en la oscuridad, hasta Thanatos (actual Thanet), junto a Inglaterra, en la que morían las serpientes, y si se transportaba un poco de tierra de esa isla a otro lugar, los reptiles fallecían allí donde llegara esa tierra.
Islas que aparecen y desaparecen en el Atlántico medieval
Por no hablar de islas que aparecen y desaparecen caprichosamente (la mítica isla de San Brandán, por ejemplo), o la isla de Wynland (descrita por el inglés Ranulph Higden a mediados del siglo XIV, y posible precedente de Vinlandia).
Allí, sus habitantes vendían el viento a los navegantes. Los habitantes de Wynland tenían largas cuerdas repletas de nudos, y, tras el pago de un tributo por parte de los marinos, desataban uno de los nudos y el viento vuelve a soplar. Y lo curioso es que con el tiempo y las primeras incursiones de los navegantes europeos en el Atlántico, esas referencias no desaparecen del todo.
Desde un punto de vista cartográfico, las representaciones de islas y archipiélagos ya acordes a la realidad, a la observación directa, conviven gráficamente con islas legendarias, como Brazil, la Isla de las Siete Ciudades, Vinlandia, etc.
El concepto de exokeanismos
Hay un concepto de origen griego que utilizan los estudiosos, y es el exokeanismos, según el cual los elementos geográficos maravillosos y míticos se van trasladando paulatinamente a los confines del mundo mientras se conocen empíricamente los contextos geográficos tradicionales de esos elementos.
Y esto es claramente perceptible en el papel de las islas atlánticas: el hombre, al ir surcando y conociendo de primera mano el océano, comprueba que lo que describían los autores antiguos no era exactamente así.
Pero era tal el peso de la tradición que no se atrevían a contradecirles directamente, sino que trasladaban esas descripciones a los puntos que aún estaban por descubrir. Por eso digo que lo maravilloso, lo legendario, jamás desaparece, sino que se adapta a nuevos contextos.
De hecho, aún en los mapas del siglo XVI, el Atlántico medio y las costas americanas están plagados de seres marinos míticos (resultado, seguramente, de la confusión con peces y cetáceos divisados por los marineros) y los nativos americanos se representan de la misma manera que se había representado a los habitantes de los Antípodas y de África que describían los geógrafos medievales.
Por ello, el tratamiento de la isla en la Edad Media, y sobre todo nuestra relación mental con el concepto insular, se puede resumir perfectamente en una afirmación del escritor Mallachy Tallack en su precioso libro «Islas Des-conocidas»: En el cielo imaginamos dioses. En el océano, imaginamos islas.
Isla de San Brandán, según comentas una isla que aparece y desaparece. En las islas Canarias, se habla de la Isla de San Borondón, también con la misma historia, aparece y desaparece. Es como mínimo, curioso.
Interesantísimo tema, no conocía la expresión exokeanismo. Gracias
Muy curioso e interesante.