En Europa el debate de la energía está más candente que nunca, con los precios disparados. El continente es dependiente de fuentes de energía externas, aunque trata a marchas forzadas de disminuir esa dependencia con un mayor peso de las renovables.
Todo ocurre en un contexto dominado por la búsqueda de una disminución de emisiones de CO2, como freno ante el cambio climático. Una disminución que las regulaciones europeas están acelerando con las sucesivas normativas, fijación de objetivos y horizontes temporales de descarbonización y con la penalización sobre los costes de la energía producida con emisiones de CO2.
Así las cosas, en Europa conviven modelos energéticos distintos para la producción de la energía. Y hay dos ejemplos paradigmáticos.
Por un lado, el modelo energético francés, con una apuesta muy clara por la nuclear. Por otro, el modelo alemán, que vetó la nuclear (planea cerrar las centrales en operación en 2022) y trata a marchas forzadas por reducir el carbón y aumentar las renovables. Según los datos del propio Gobierno alemán, en 2017, el 37% de la energía provenía de la quema de carbón, tanto turba como lignito.
El carbón alemán busca reemplazo urgente
Los políticos alemanes se han comprometido a eliminar las centrales que queman carbón en una hoja de ruta hasta 2038 y quieren incluso acelerar esa descarbonización a 2030. Se da así continuidad a un informe de expertos que en 2019 ya marcaba este camino hacia la eliminación del carbón de la economía alemana.
La duda es cómo los alemanes serán capaces de sustituir esa generación eléctrica contaminante por una generación respetuosa con el medio ambiente en las mismas o mayores cantidades. Porque todo indica que el consumo eléctrico en Europa no hará más que aumentar con el auge, por ejemplo, del vehículo eléctrico que como es obvio necesita también electricidad para ser impulsado.
El consumo de electricidad de Alemania irá por tanto en aumento. El país se las tendrá que ingeniar para buscar soluciones a la generación de energía que sustituya el carbón que aún hoy extrae en minas a cielo abierto que, como veremos a continuación, son extremadamente contaminantes desde la fase de extracción.
Entre algunos de los planes para compensar la pérdida de electricidad proveniente del carbón y de la energía nuclear está la posibilidad de aumentar las centrales de gas (menos contaminantes). Pero este giro implica una mayor dependencia geopolítica del principal suministrador del gas consumido en Europa: Rusia. Y no parece que esa solución sea la más sostenible para los precios de la energía.
El doble «alma» de la energía en Alemania: carbón y renovables
Lo cierto es que en Alemania a día de hoy convive una apuesta por las renovables con una dependencia del carbón muy sustancial. Mientras se apuesta por las energías renovables y tenemos una cierta percepción, acrecentada por los anuncios políticos, de que el país avanza hacia este modelo, pervive la explotación del carbón que guarda en su subsuelo.
Es difícil decir no a una fuente de recursos que no hay que importar y sobre la que durante décadas Alemania ha basado buena parte de la energía para propiciar su industrialización y actual desarrollo. A día de hoy hay un total de 84 centrales térmicas de carbón en todo el país.
De entre todas las formas de minería, las más rentables resultan ser las minas se abren a cielo abierto. Requieren menos maquinaria y menos mano de obra. Se excava la superficie y aparece el mineral. En esa categoría de minas encontramos las de lignito. Alemania cuenta con varias minas de lignito activas a día de hoy. Unas minas que son altamente contaminantes ya desde su proceso de extracción.
El contaminante lignito de Alemania
Alemania es el mayor productor de lignito del mundo, seguido por Australia, Rusia y Estados Unidos. No es de extrañar que el lignito sea el mayor recurso energético propio del país. Las reservas y los recursos que existen en la actualidad son suficientes para durar mucho tiempo. En las minas a cielo abierto ya autorizadas, los depósitos suman alrededor de cinco mil millones de toneladas de lignito.
Concretamente, hay tres áreas en Alemania que cuentan con minas activas de lignito, todas ellas a cielo abierto. Son las zonas del Renania (oeste), Lusacia (este) y Alemania Central. La extracción en el distrito de Helmstedt (Baja Sajonia) terminó en 2016. La producción anual se ha mantenido estable en los últimos años, con un total de alrededor de 171,5 millones de toneladas en 2017.
El 22.5% de la generación de energía procedió en 2017 del lignito (el resto de la energía generada con carbón -hasta el 37%- procedió de la hulla). Debido a las propiedades específicas del lignito las minas a cielo abierto y las plantas deben situarse en proximidad. De esta forma, pueden garantizar la máxima eficiencia y seguridad de suministro. Como resultado, no existe un mercado internacional para el lignito.
La minería de lignito cambia el paisaje de forma permanente y está constantemente vinculada a los daños causados tanto a los hábitats humanos y animales como a la naturaleza en general. Explica el Gobierno alemán que «como parte de los procedimientos de concesión de licencias en relación con la planificación regional y la legislación minera, se intenta lograr un equilibrio entre los intereses de la industria energética por un lado y las preocupaciones sociales, técnicas y ambientales por el otro».
Desde que comenzaron las operaciones con el lignito, según el Gobierno alemán, «alrededor de 177.300 hectáreas de tierra en total se han utilizado para la extracción de lignito, aproximadamente el 70 por ciento de las cuales ya se han vuelto a cultivar. Alrededor del 20 por ciento de la superficie recultivada se ha reasignado a tierras agrícolas, aproximadamente el 30 por ciento a áreas de bosques y arboledas y alrededor del 13 por ciento se ha convertido en lagos».
Hambach: de bosque milenario a una mina ultracontaminante
La más grande de todas las minas a cielo abierto en Alemania es la mina resultante de la tala del bosque de Hambach. Se trata de un bosque milenario, que cuenta con 12.000 años de antigüedad. Bajo su subsuelo estaba el carbón en forma de lignito. La tala del bosque comenzó a producirse en 1978 y desde entonces de ha destruido el 90% de su superficie, con la posterior excavación subterránea.
La mina cuenta con una profundidad máxima de 500 metros, lo que la sitúa en algunos puntos con una profundidad de cerca de 300 metros bajo el nivel del mar. Se ha llegado a excavar llegando a las capas freáticas.
La mayor fuente de gases de efecto invernadero de Europa
La mina es operada por la empresa energética alemana RWE. De hecho, esta compañía ilustra bien las propias contradicciones de la energía en Alemania. Por un lado es uno de los mayores operadores de energía eólica ‘offshore’ (en el mar) del mundo.
Su última presentación de inversores fue titulada ‘Growing green’ («Creciendo verde») y su estrategia futura parece estar enfocada a la apuesta por las energías renovables. Así lo demostraba con su anuncio en 2019 de abandonar la fabricación de nuevas plantas de generación eléctrica a partir de la quema de carbón.
No obstante, RWE a día de hoy sigue extrayendo lignito del bosque de Hambach. En su proceso de extracción, esta mina emite cada día unas 270.000 toneladas de dióxido de carbono, lo que la convierte en la mayor fuente de gases de efecto invernadero de Europa.
Las protestas de 2018 y situación actual de Hambach
RWE planeaba talar la mitad de 10% del bosque de Hambach que seguía en pie entre 2018 y 2020. En su día la compañía argumentó que la tala restante del bosque era necesaria para dar respuesta a las necesidades energéticas de Alemania.
El plan encontró unas protestas masivas que dieron a conocer este desconocido bosque al mundo. Los activistas medioambientales no pararon durante muchos años. Llegaron a vivir en casas en los árboles en lo que queda del bosque para impedir su tala que le Gobierno desalojó. Un desalojo que los jueces recientemente determinaban fue ilegal.
En octubre de 2018, los jueces paralizaron esa tala de manera temporal. La compañía, que es propietaria del bosque, se comprometió entonces con el gobierno de Renania-Palatinado a no tocar Hambach hasta otoño de 2020. Tras esa fecha el bosque restante sigue intacto. Y a día de hoy no parece haber planes para retomar la tala. Más si cabe cuando la regulación trata de avanzar hacia la descarbonización en Alemania.
Lo que no ha parado es la extracción de lignito a cielo abierto en Hambach. Y lo hace a un ritmo de 40 millones de toneladas al año. En 2018 la compañía eléctrica RWE señaló en una entrevista en Spiegel que consideraba reducir en hasta un tercio su producción de lignito. Pero a día de hoy mantienen su producción.
Hay que abastecer la creciente demanda del país más poblado de Europa. Y para hacerlo su carbón contaminante desde la extracción hasta la quema sigue siendo imprescindible.
SIGO APRENDIENDO…
Alemania debe compensar al mundo por su aporte contaminante y por ser un pésimo referente en términos de respeto a ecosistémas estratégicos y únicos
En definitiva, no hemos avanzado.
Muy lamentable lo que ocurre con la explotación del carbón lignito en Alemania…un pais tan organizado que parece no poder salir de la trampa del carbono… que diremos entonces de los paises subdesarrollados como Colombia.
COMO SIEMPRE, MUY INTERESANTE LA INFORMACIÓN SOBRE » CARBÓN Y TALA DE HAMBACH: LA CONTRADICTORIA POLÍTICA ENERGÉTICA ALEMANA». MUCHAS GRACIAS.