El hombre se esconde, la naturaleza se recupera. Podría ser un resumen de la situación que hemos vivido con el confinamiento y la recuperación paulatina de algunos espacios naturales. Lo cierto es que cuando la acción humana se contrae, la naturaleza encuentra el espacio para campar a sus anchas.
Esta es sin duda una situación completamente excepcional a la que nunca nos hemos enfrentado como sociedad y que puede que no volvamos a vivir. El coronavirus o COVID-19 es el enemigo común invisible al que estamos haciendo frente en todo el mundo. Y para enfrentarnos a él la solución en gran parte del mundo ha sido el confinamiento y las cuarentenas.
Lo que empezó siendo una crisis sanitaria, es ya una crisis social y económica. Las potencias más poderosas del mundo han paralizado sus economías y el botón de stop ha hecho que la naturaleza nos muestre imágenes y situaciones completamente impensables hace apenas unas semanas.
La prioridad, sin duda, es acabar con el virus y evitar que siga causando más víctimas. Pero no hay duda de que, en paralelo, hemos visto la reacción de la naturaleza ante el repliegue del ser humano.
Efectos de la crisis del covid-19 en la calidad del aire
Las ciudades se han presentado en gran parte del planeta vacías. Son imágenes de película que nos recuerdan, por ejemplo, a la ya mítica “Abre los ojos” de Amenábar. La mayoría lo hacen con mascarilla, guantes y eternas miradas de desconfianza.
Esa parálisis en las grandes ciudades ha traído aparejada una disminución en las concentraciones de dióxido de nitrógeno en nuestro país. Así podemos comprobarlo en las siguiente imagen elaborada por la Agencia Espacial Europea (ESA por sus siglas en inglés) con imágenes del satélite Copernicus Sentinel-5P.
Concretamente, los niveles de concentración de dióxido de nitrógeno han disminuido un 64% en las principales ciudades españolas. Son datos de un estudio realizado por la Universitat Politècnica de Valencia.
En Madrid, en concreto, la contaminación ha disminuido un 73%. Sólo en la almendra central, por ejemplo, la disminución de la movilidad en hora punta ha sido de un 72’1% y el uso del transporte público cayó un 93’9% desde el inicio del confinamiento.
A pesar de ello, la palma se la lleva Barcelona. La ciudad más contaminada de nuestro país ha conseguido rebajar su polución en un 83%. Otras, como Valencia, en un 64%. De hecho, los valores medios de dióxido de nitrógeno apenas han alcanzado estos días el 40% del límite fijado por la Organización Mundial de la Salud y la Unión Europea.
Disminución de la contaminación en otros puntos del planeta
En otros puntos de Europa se ha repetido el mismo patrón. Es el caso de Francia, tal y como se observa en las imágenes que también proporciona la ESA.
Lo mismo ha ocurrido en Italia, donde se ha registrado una importante disminución de las concentraciones de dióxido especialmente en la zona norte del país.
Y más allá de Europa se ha reproducido el mismo patrón. En países como China o Estados Unidos. En el caso de la costa este de Estados Unidos, como puede apreciarse en el siguiente mapa, la disminución de dióxido de nitrógeno también ha sido considerable.
En todos los casos el descenso del tráfico de vehículos de combustión y la menor actividad industrial se ha traducido en menos emisiones de gases contaminantes. Con ello, disminuye la presencia de partículas en suspensión.
Efectos del coronavirus en el agua
El cielo respira y los mares también. Con la entrada en vigor del estado de alarma, España ha cerrado sus puertos a los cruceros provenientes de cualquier parte del mundo.
Damos así una tregua a nuestras aguas y, una vez más, a nuestros cielos. Según un estudio reciente del think tank con sede en Bruselas ‘Transport & Environment’ la polución generada por los cruceros de lujo que todos los años atracan en los principales puertos de España contaminan cinco veces más que el total de vehículos que circulan por todo el territorio peninsular.
Se calcula además que cada día 5 millones de desechos de todos los barcos del mundo son arrojados al agua. En los cruceros, en concreto, cada pasajero genera al día de media 300 litros de aguas grises, 40 de aguas negras, 3’5 kilos de basura y 30 gramos de residuos tóxicos.
Los efectos del confinamiento también se han dejado ver en Venecia, que también estos días se ha convertido en un lugar irreconocible. La ausencia de turistas en la ciudad italiana ha hecho que las aguas de sus mundialmente famosos canales hayan vuelto a ser cristalinas.
La laguna si riappropria di Venezia, senza scarichi e senza traffico si vede il fondo dei canali
Dovremmo riflettere sullo sfruttamento dell’overtourism a Venezia pic.twitter.com/ChnG1WXNlu— Palli Caponera (@PalliCaponera) March 15, 2020
No es un dato menor, teniendo en cuenta que la ciudad italiana, que tiene 50 000 habitantes, recibe 25 millones de turistas al año, con los deshechos y la contaminación que eso supone. De hecho, en 2018 pusieron en marcha un sistema de tornos para intentar controlar el flujo de visitantes.
Efectos del confinamiento en la fauna
En España la ausencia de gente en las calles y carreteras ha hecho que muchos animales hayan decidido campar a sus anchas por lugares que antes no se atrevían a pisar. Por ejemplo, en Chinchilla (Albacete) las cabras han decidido darse un paseo nocturno. En Barcelona se han visto jabalíes por el centro de la ciudad.
Según José Luis Viejo, catedrático de Zoología de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la junta directiva de la Real Sociedad Española de Historia Natural, «la disminución de la actividad y presencia humanas permite que algunas especies de vertebrados, en especial mamíferos oportunistas, amplíen sus áreas de campeo».
«Los jabalíes son un caso típico; son abundantes en el medio rural y en los alrededores de las ciudades por el abandono de la agricultura y de los campos, por tanto su hábitat ya estaba parcialmente compartido con los humanos» explica el catedrático en declaraciones a National Geographic.
Los animales que ya suelen convivir entre nosotros como, por ejemplo, las palomas lo están pasando mal. Si no hay gente en las calles, no hay comida para ellas. Tanto es así, que durante el confinamiento una bandada de ellas atacó, literalmente, a una señora con el carro de la compra para intentar quitarle la comida. Ocurrió en Benidorm.
Pero no todas las aves son molestas. La ausencia de ruido está permitiendo que en ciudades como Sevilla se pueda ver y oír a vencejos, golondrinas, gorriones, halcones, tórtolas, estorninos o murciélagos en plena primavera. Algo que pasaba prácticamente desapercibido el resto de años por culpa de la contaminación acústica.
Los «parques involuntarios»: cuando el hombre se repliega
Lo cierto es que cuando el hombre se repliega, la naturaleza vuelve a campar a sus anchas. Es una reacción ya la hemos visto con anterioridad. No es algo nuevo. Hay espacios en el mundo que el hombre se ha empeñado en separar y la naturaleza ha trabajado para unir.
Es el caso de la «línea verde» de Chipre, que divide la zona grecochipriota de la turcochipriota, pero hay más, como la frontera entre las dos coreas o la que divide Hong Kong de China. El telón de acero, que separaba Europa en la Guerra Fría es otro. Son ejemplificaciones de los denominados “parques involuntarios”.
¿Qué haremos cuando la rueda vuelva a ponerse en marcha? ¿Aprenderemos de lo ocurrido y ensayaremos un modelo productivo más respetable con nuestro entorno? ¿O se producirá un efecto rebote y volveremos a la casilla de salida? ¿Servirá el shock de la sociedad ante el confinamiento para cambiar la relación del hombre con el planeta?
Tienes razón, toda esta pandemia ha sido una demostración de cómo el ser humano tiene tanta repercusión en la naturaleza. Y también, como el mercado primario es tan importante.
Efecto rebote y volveremos a la casilla de salida. Lamentable y triste.