La última sequía importante en en el interior peninsular fue la de los años 2011-2012. No hay que echar la vista demasiado atrás para recordarla. Los 12 meses que precedieron a julio del 2012 en zonas del sistema ibérico y del interior peninsular fueron el periodo más seco de los últimos tres siglos en esa zona.
Así lo determinó un estudio publicado por la revista International Journal of Biometeorology, liderado por el científico Ernesto Tejedor e investigadores de la Universidad de Zaragoza.
La publicación buscaba radiografiar las sequías en la Ibérica turolense durante los últimos 318 años (1694-2012). El estudio determinó 36 años del periodo como extremadamente secos.
«El año 2012 es el de mayor sequía de toda la serie y está muy contrastado con otras fuentes. Pero también años como 1741 o 1879 se dieron sequías muy fuertes, que hemos podido contrastar con documentos históricos. Hubo malas cosechas lo que provocó hambrunas desencadenando toda una serie de desgracias, como pestes», explica Tejedor.
En opinión del investigador «es muy difícil de determinar» si la de este año va a superarla, pero «lo que sí que es cierto es que el aumento de la temperatura está provocando una mayor evapotranspiración y por tanto se ha incrementado el estrés hídrico».
Con una primavera que se ha presentado especialmente seca y a cuyo término presenta temperaturas más propias de la canícula, resulta oportuno preguntarse si estamos ya de pleno en un nuevo capítulo de sequía.
No es fácil establecer el inicio de la sequía
Para el meteorólogo José Miguel Viñas que «no existe una única definición de sequía». Pero es que además «hay sequías de diferentes tipos». Lo que parece claro es que la causa fundamental de la sequía es la escasez de precipitaciones durante un período prolongado de tiempo.
El inicio de esta anomalía meteorológica no resulta fácil de establecer. «Se trata de un proceso invisible en su primera fase, hasta que comienza a percibirse principalmente por dos indicadores: su impacto en la agricultura y en los niveles de los embalses o reservas hídricas». En este sentido, Viñas aclara que la sequía la detectan y sufren bastante antes los agricultores que las personas que vivimos en las ciudades.
La Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos explicaba recientemente que en los cinco primeros meses de 2017 el campo había perdido más de 1.600 millones de euros por la meteorología.
La organización agraria explicaba los efectos de la sequía «siguen agravándose». La situación ya se está notando en el campo. En cuanto a los embalses, se encuentran al 56% de su capacidad y disminuyendo.
Las zonas más afectadas
Si nos fijamos en el agua embalsada por cuencas hidrográficas, las más deficitarias son las del sureste peninsular (Segura, al 31,29% y Júcar, al 37,71%). Asimismo, para Viñas, «empieza a ser preocupante cómo las grandes cuencas de nuestro país se acercan peligrosamente al 50% de su capacidad».
La del Tajo está al 51,25%, con valores «preocupantes, bastante más bajos, en su cabecera». La del Guadalquivir está al 51,06%, la del Duero al 51,60% y el Guadiana al 58,27%.
De este modo, a la sequía meteorológica le acompañan ya la sequía agrícola, con pérdidas en el campo por la falta de agua que, como se ha apuntado, «empiezan a ser importantes» y la hidrológica, tal y como certifican esos datos de la primera semana de junio.
Comenzar el verano «con las reservas apenas al 50% en las cuencas de los grandes ríos» de nuestro país es algo que «debería encender las luces de alarma».
Una primavera muy seca
La principal causa para esta situación ha sido, a juicio de Viñas, «la primavera tan seca que hemos tenido, en la que apenas ha llovido». «El mes de abril –al que el refranero otorga la condición de lluvioso– no lo ha sido esta vez, y eso ha sido determinante», añade el experto.
«Ahora el problema de la sequía aumentará, ya que en verano la escasez de lluvias está garantizada en nuestro territorio, por lo que llegaremos al otoño con poca agua embalsada».
Por ello, los meses de octubre y noviembre «serán críticos». Si para entonces no llegan los esperados temporales atlánticos de lluvia, Viñas predice que «entraremos en una fase de sequía de elevado impacto en nuestras necesidades básicas».
Ahora es extraordinario, pronto será normal
Este año está siendo anormal en lo climatológico en la medida en que ha llovido y nevado en primavera «bastante por debajo de la media». «Si pensamos en clave de temperaturas, ahora, en la primera quincena de junio, estamos teniendo un extraordinario episodio de calor, más propio de la canícula», explica el meteorólogo.
Con todo, «cada vez están cobrando más peso estadístico estas entradas de mucho calor en primavera, por lo que lo que todavía calificamos de extraordinario, pronto empezaremos a considerarlo la normalidad climática».
La temperatura de estos primeros días de junio «no es normal, pero si hacemos caso a las proyecciones climáticas, es hacia donde nos dirigimos en las próximas décadas», detalla Viñas. En este sentido explica que «cada vez serán más frecuentes estos calores caniculares en junio, incluso antes, en mayo».
«Debemos de asumir que el calentamiento global está en marcha y que cada vez se manifestará de forma más clara, a través de este tipo de episodios», añade. «Debemos adaptarnos para soportar veranos cada vez más largos y con temperaturas más altas».
No se puede establecer relación con el cambio climático
Con todo, las sequías en España «no se pueden atribuir al calentamiento global, ya que han ocurrido siempre». Forma parte de las «reglas del juego» que rigen el comportamiento meteorológico y climático de nuestro ámbito geográfico.
«Gracias a los datos paleoclimáticos tenemos relativamente bien datadas las principales sequías que ha padecido nuestro país desde hace muchos siglos», explica. Con todo, en las últimas décadas parece detectarse «un aumento de su frecuencia y magnitud tanto en ámbito tropical como en el subtropical, pero todavía no podemos sacar grandes conclusiones sobre la relación entre las sequías que nos afectan cada cierto tiempo y el cambio climático».
Un verano «asfixiante»
Para saber cómo será la evolución, la clave para Viñas estará en el comportamiento pluviométrico que tenga el otoño. De hecho, en verano el meteorólogo da por descontada la falta de lluvia, salvo la que testimonialmente den lugar algunas tormentas.
«Si en otoño llegan las esperadas lluvias, asociadas a frentes atlánticos que pillen de lleno la Península y que se vayan encadenando, la sequía será de corto recorrido», explica. Por el contrario, «si lo que tenemos a partir de septiembre es un otoño seco, entonces la sequía se reforzará y empezará a ser un problema de primera magnitud».
En cuanto al verano, respecto a lluvias, será «normal», esto significa que «apenas lloverá durante el trimestre junio-julio-agosto». En lo que respecta a las temperaturas, «las predicciones estacionales parecen ponerse de acuerdo en que se alcanzarán temperaturas por encima de la media en buena parte de nuestro territorio».
Por ello previsiblemente, viviremos un verano «muy caluroso, por momentos asfixiante». Algo que, según Viñas, «de momento encaja con lo que estamos viviendo estos días de junio».
Viendo como aumentan más de lo normal los flujos en algunas ciudades después de lluvias, comprendí que el efecto de las vías en las zonas altas es bastante grande, por que cortan las escorrentías y recogen el agua drenandola a los ríos antes de lo que normalmente pasaba. La cantidad de vías cada día es mayor y al llover se saca el agua del suelo evitando que el ciclo del agua se cumpla. Por ejemplo, se reducen las infiltraciones y por ende las recargas de los acuíferos, aumentan los flujos en el momento de las lluvias generando grandes masas de agua a alta velocidad generando inundaciones aunado a la parte normativa que por lo general pide que » El agua debe ser evacuada lo más rápida y eficientemente posible» y para la ingeniería es lo más fácil, pero esto hoy es «insostenible».
Si se drene el agua la cantidad de escorrentías se reduce en el suelo y al pasar los días más rápida será la sequía en el suelo, menor las recargas, más grandes las tuberías y todo por que no conservamos los flujos distribuidos en el suelo, donde debe durar lo necesario.
Los grandes flujos causan crecidas repentinas en los ríos, daños aguas abajo, necesidad de mayor infraestructura, y algo que en España ya se estudia es el calentamiento de los ríos por la cantidad de energía de los flujos de montaña.
Este hecho también hace que buena parte del agua que debería estar en el continente ahora esté en el mar , calentandolo y aumentando su nivel.
A esta teoría se le nombró «CONTRO DE FLUJOS EN EN ESCORRENTÍA», nació en 2014, da respuesta a muchos cambios que no cuadraban en la idea del cambio climático y la quiero dar a conocer para que la consideren.
Agradezco su atención
En esta ocasión veo muchas debilidades al artículo. La falta de agua en el campo y la bajada rápida de los embalses tiene mucho que ver con el aumento enorme e insostenible de los regadíos. Tras la gran sequía de primeros de los 90 hemos tenido dos décadas de más lluvia de la habitual, y eso ha hecho dispararse los regadíos. Luego llevamos unos 5 años de lluvia normal en promedio, pero acostumbrados a la abundancia, el gasto en agua, sobre todo agrícola, es desmesurado, y se quejan de que necesitan más agua. Además los acuíferos están esquilmados por la profusión de pozos, legales e ilegales. En este año la lluvia apenas ha estado debajo de la media en la mayoría de la península, pero ya claman por una enorme sequía. Si viene una sequía de verdad como la de principios de los 90, donde hubo varios años que llovió realmente poco, no sé qué va a ocurrir.