Los enclaves forestales: un refugio de biodiversidad en riesgo por los incendios

Los enclaves forestales son todavía espacios poco tenidos en consideración en el ámbito de la conservación del medio ambiente, debido a su menor biodiversidad proporcional frente a las grandes áreas naturales y a su inserción en áreas agrícolas completamente transformadas por la mano del hombre. 

Sin embargo, y a pesar de su reducido tamaño, normalmente menor de una hectárea, los enclaves poseen un gran valor paisajístico y ecológico pues constituyen en muchos casos, zonas de transición y dispersión de especies vegetales y lugares de refugio y reproducción de fauna silvestre. 

La inobservancia de estos valores se atestigua por su limitada presencia en el ordenamiento legal y por los escasos medios destinados a combatir una de las amenazas que más contribuyen a su lenta desaparición, los incendios forestales del verano. Repasamos a continuación el papel de los enclaves forestales en España y lo hacemos concretamente centrando la mirada en el ejemplo de la situación de este tipo de paisajes en Andalucía. 


El entorno de la ribera del Guadaíra a su paso por el casco urbano de Alcalá atesora un patrimonio natural y cultural realmente excepcional (Carreras, 2019). Por otro lado en los últimos años se ha llevado a cabo una intervención pública singular.

¿Qué son los enclaves forestales?

Vestigios de vegetación autóctona mediterránea  jalonan vegas y campiñas agrícolas a modo de bosquetes, setos (linderos entre fincas o bordes de vías pecuarias), dehesas relictas, pequeños humedales, corredores ribereños, etc. Son denominados “enclaves forestales” por la Ley 2/1992 Forestal de Andalucía en su artículo 1. Estas  porciones de terreno forestal enclavadas en una matriz agrícola actúan como reductos de biodiversidad natural en áreas de tan marcado carácter antrópico. 

Aunque desgraciadamente muy inconexos, es precisamente este carácter de islas inmersas en un mar de cultivos, lo que les hace cobrar un enorme valor ecológico, pues se revelan como lugares de refugio y sustento para numerosas especies vegetales y animales, especialmente aves. 

Espacios frágiles que necesitan protección 

Consecuencia de la fragmentación extrema del bosque, debido principalmente a las prácticas agrícolas, y por tanto representativos de la imagen que un día debieron tener nuestros campos, hoy son espacios frágiles y vulnerables, tan singulares como importantes, merecedores de una protección especial, o al menos de una protección cualquiera, ante las amenazas que les afectan, principalmente incendios forestales que, año tras año, merman su número, calidad o extensión. 

En este propósito, como en otros, las regiones del centro y norte de Europa han ido a la vanguardia y hace tiempo que aprecian debidamente estos fragmentos de su patrimonio territorial. A tal fin han implementado y promovido medidas para su defensa, como la instauración de setos entre cultivos, tan característicos de aquellos países. Sin embargo, en lo concerniente al riesgo de incendios forestales, problema inherente a nuestro ámbito mediterráneo, no es posible extrapolar ninguno de estos modelos. 


Enclave forestal afectado por incendio agrícola descontrolado (Carreras, 2017).

Además del mencionado valor ecológico, los enclaves forestales constituyen en sí mismos un elemento enriquecedor del paisaje y proporcionan, o pueden proporcionar, asueto y recreo a la población cercana por medio de diversas actividades entre las que no debe olvidarse la caza, tan trascendente en la economía rural. Por otro lado, como comunidades vegetales que son básicamente, favorecen una atmósfera más limpia que de algún modo contribuye a mitigar el calentamiento global.

Como se deduce de todo lo anterior su eventual pérdida acarrea un problema de índole ecológica y territorial que no debe eludirse pues son parte de nuestro patrimonio ambiental.

El impacto del ser humano en las campiñas 

Dadas las características bioclimáticas, fitogeográficas y edáficas de las campiñas, la vegetación y el paisaje hace unos miles de años en las mismas debió estar dominado por bosques de encinas en la mayor parte del territorio, de alcornoques sobre suelos arenosos y ácidos, de quejigos en sitios más húmedos y probablemente acebuches en los terrenos más arcillosos. 

Sin embargo la aparición del ser humano en los ecosistemas prehistóricos marca el inicio de un gran cambio paisajístico cuyo máximo exponente es quizá el retroceso generalizado de estos bosques. Desde tiempos muy antiguos, mucho antes de que acabasen las glaciaciones, la humanidad ya dominaba el uso del fuego y seguramente lo utilizó con profusión como método de caza y como sistema para aumentar rebaños de ungulados que constituían la base de su alimentación. Con el descubrimiento y expansión de la agricultura y la ganadería el impacto del hombre sobre los ecosistemas forestales se multiplicó, manteniéndose con diferente intensidad hasta nuestros días.

Vegetación ripícola en galería flanqueando el río Corbones
Vegetación ripícola en galería flanqueando el río Corbones (Carreras, 2019).

La regresión de los bosques en el siglo XX

Con todo y eso los espacios arbolados en los medios agrícolas, bosques, dehesas, sotos y setos, sufrieron su mayor regresión en el siglo pasado. El progreso de la sociedad industrial con sus nuevos materiales y fuentes de energía, unida al desarrollo de los transportes, provocaron un importante descenso en el valor relativo de los enclaves y otros espacios forestados como fuente de recursos. 

Por otra parte, la incorporación de prácticas intensivas en la agricultura a lo largo del siglo XX, en el caso andaluz especialmente en su segunda mitad, trajo consigo una simplificación del paisaje agrícola tradicional. Muchos conjuntos arbolados fueron talados, en parte o totalmente, para facilitar la mecanización de las labores. El uso de fertilizantes posibilitó cultivar en condiciones ventajosas sobre sustratos pobres, previa roturación de la vegetación natural que se había mantenido durante siglos, precisamente al amparo de esa pobreza edáfica.

Por todo ello, el paisaje actual es el resultado de siglos de interacción entre hombre y naturaleza. Su manifestación más evidente es la expansión de las tierras agrícolas a costa de los antiguos bosques de llanura. 

Panorámica al atardecer en Los Alcores. El arroyo Guadairilla y el propio escarpe configuran una instantánea con una armoniosa proporción de enclaves y tierras de labor (Carreras, 2015).

Las causas actuales de la destrucción de los enclaves forestales

Como últimos representantes y testimonio ínfimo de aquellos bosques llanos quedan los enclaves forestales. Su sistemática destrucción continúa produciéndose actualmente por tres razones fundamentales. 

La primera causa es el avance de la agricultura que conlleva el abuso de poderosos arados, que roturan zonas de monte antes difíciles o inaccesibles. A ello se suma la utilización indiscriminada de biocidas y fertilizantes que desequilibran las relaciones entre los componentes del ecosistema natural. 

La segunda es una excesiva carga ganadera que origina presión sobre la vegetación natural debido a la herbivoría. Esta causa, si bien continúa siendo grave en determinadas localizaciones, tiende a remitir de forma general por el paulatino abandono de la actividad. Esta disminución del ganado tiene como efecto una densificación del matorral en áreas forestales y un paradójico aumento de la tercera causa, los incendios:


Vía pecuaria afectada en los Alcores en 2018 por incendio, la vegetación que la acompañaba ha quedado completamente calcinada.

Es el caso del fuego intencionado, con vistas a aumentar la superficie disponible de cultivo o pasto. También el del fuego accidental, producido por quemas de residuos agrícolas (rastrojos) que escapan al control humano, chispas resultantes de las cuchillas de cosechadoras al choque con piedras, o procedentes de tendidos eléctricos, ferrocarriles y un largo etcétera. 

De hecho, incluso los trabajos de acondicionamiento de cortafuegos alrededor de los cultivos han llegado, en algunas ocasiones, a desencadenar incendios en los enclaves forestales.

Los enclaves forestales en Andalucía 

Los enclaves forestales han sido descritos por Abelardo Aparicio como «islas de vegetación rodeadas de un medio hostil y diferente, son restos interesantes de ecosistemas pretéritos que preservan en su interior las condiciones para la supervivencia de especies animales y vegetales que de otra forma ya habrían desaparecido. Su valor además se incrementa al poder servir de nexos de unión o corredores, junto con los bosques de ribera, que permitan los desplazamientos de las especies entre distintos espacios naturales protegidos”. 

Los bosques islas (entendiendo por tales los enclaves mayores de una hectárea) y setos (plantaciones lineales con funciones de linde, valla o cortavientos) de Andalucía representan menos del 1% de la superficie forestal andaluza y poco más del 1,1% de la superficie agrícola en la que se integran. En comparación a la Red Natural de Espacios Protegidos reúnen una superficie de poco más del 1,5% de la que aquella representa. Una característica fundamental, muy a tener en cuenta de cara a esa gestión, es que más del 90% son de propiedad privada.

Figura 1: mapa de distribución de los bosques isla catalogados en el inventario de Bosques Isla de Andalucía (la escala de detalle no ha sido muy ambiciosa). Fuente: REDIAM, 2019.

Los incendios en los enclaves forestales de Andalucía 

En la ya dilatada lucha contra incendios forestales en la Comunidad Autónoma andaluza las áreas de campiña se han visto muy especialmente desatendidas. La razón apunta a una escasa consciencia del problema y de consiguiente alarma social: la ausencia de peligro para las poblaciones y la aparente inexistencia de impacto ecológico no genera una demanda ciudadana de solución ante la Administración, por lo que ésta no ha llegado a considerar el asunto con la importancia que merece. 

Actualmente, en lo que a incendios se refiere, estos amplios territorios de Andalucía y España se encuentran carentes de vigilancia, fija o móvil, de campañas de concienciación y de repercusión mediática. Paradójicamente los incendios no son desconocidos, ni mucho menos, en las campiñas. Cuando se producen, y contrariamente a la percepción imperante, las pérdidas en cuanto a biodiversidad, suelo y paisaje son graves. 

Las características de los enclaves forestales

Casi todos los sistemas agrícolas tradicionales tienen árboles intercalados con cultivos o manejados en una forma zonal alternada. Constituyen sistemas agroforestales que son resultado de la necesidad de obtener la mayor diversidad posible de beneficios tanto económicos como ecológicos del entorno. 

Así, la presencia de elementos forestales en el paisaje agrícola, insertos de manera lineal o en pequeñas superficies es lógica. Antes del advenimiento de la sociedad moderna los árboles suministraron durante siglos el principal recurso energético y material disponible, la madera. Además generaban otros productos complementarios como plantas silvestres, caza y zonas de ramoneo para el ganado, proporcionando servicios indirectos, no menos importantes, como hábitat para especies polinizadoras y controladoras de plagas.

Seto de palmitos (especie protegida), en borde de camino, afectado por el fuego (CARRERAS, 2016).
Seto de palmitos (especie protegida), en borde de camino, afectado por el fuego (Carreras, 2016).

Pequeños oasis y corredores ecológicos para las especies

En estas situaciones los enclaves se encontrarían relegados a las lindes entre cultivos y propiedades y a aquellas zonas menos favorables para la agricultura. Esto podía ocurrir bien por la presencia de suelos pobres (afloramientos de piedras o arenas), bien por proximidad a los cursos de agua con elevado riesgo de inundaciones (lugar natural de los bosques de ribera), o por localizarse en zonas de gran pendiente. 

En definitiva, son lugares de difícil acceso para las labores agrícolas. Esta dificultad de roturación es la que los han conservado en estado seminatural frente a las zonas agrícolas que los rodean. De este modo se han convertido en pequeños oasis entre cultivos de cereal u olivar y corredores para determinadas especies “diana” o de gran repercusión ecológica.  

Estado de conservación mejorable

Actualmente sin embargo, el hecho de estar sometidos a varios usos de manera simultánea, unido a su reducida superficie y a su inclusión en un entorno hostil determinan que, en general, el estado de conservación de los enclaves no sea demasiado bueno. Son frecuentes las situaciones de escasa regeneración natural por causas ya explicadas como sobrepastoreo, mal estado sanitario fomentado por gestiones agrarias inadecuadas, roturaciones parciales y, por encima de todo, los reiterados incendios mayoritariamente veraniegos.

en 2017 este enclave sufrió un incendio. Aún pueden detectarse sus efectos. (CARRERAS, 2019)
En 2017 este enclave sufrió un incendio. Aún pueden detectarse sus efectos. (Carreras, 2019)

Estos enclaves forestales o retazos boscosos no siempre provienen de restos más o menos degradados o transformados de antiguos bosques. Como se ha mencionado, con frecuencia su origen es antrópico, procedentes de plantaciones realizadas para conseguir esos recursos madereros, desaparecidos por un uso abusivo del entorno. Con frecuencia las especies utilizadas en dichas plantaciones no coinciden con las que, de manera potencial, cabría esperarse en el terreno por sus condiciones climáticas y edáficas. Es el caso de las numerosas plantaciones de eucaliptos en algunas comarcas cuya finalidad, en este caso, era desecar terrenos y hacerlos así aptos para la agricultura.

La necesidad de conservar los enclaves forestales

En línea con lo anterior, algunos autores consideran la idea de últimos reductos de las primigenias selvas mediterráneas como errónea en la mayor parte de los casos. Su presencia en los medios agrarios quizá haya que considerarla más bien otra consecuencia de la domesticación del paisaje realizada por el ser humano en los ecosistemas mediterráneos. Pero esta condición no resta importancia al conjunto de valores ecológicos, económicos, sociales e incluso históricos que estas manchas vegetales atesoran y representan, y la necesidad de mantenerlos y conservarlos para las generaciones venideras. 

Los enclaves forestales representan un pequeño porcentaje, como hemos visto (1,5%) de la superficie de Andalucía. No obstante, en esta región, como en el resto de España y por extensión del planeta, por sus características ya descritas, debieran estar llamados a jugar un papel importante en el futuro de la gestión y conservación del patrimonio territorial.

Tierras de labor en El Viso de Alcor. Hace mucho que aquí el bosque fue subyugado por el humano para instaurar grandes extensiones de cultivos (Carreras, 2014).

Ya se ha aludido a que la titularidad mayoritaria de los enclaves de campiña es privada correspondiendo a los particulares las hipotéticas medidas correctoras y de preservación, siendo escasos los ejemplos de propietarios comprometidos. En cuanto a los de titularidad pública (los asociados a cursos permanentes de agua principalmente) la restauración, salvo algún tramo de vía pecuaria, es testimonial, escaseando planes, programas o proyectos al respecto. Tales insuficiencias de actuaciones de recuperación, sobre todo tras eventos de fuego, pueden ser constatadas por cualquier visitante que, tras el estío, se acerque a estas ignoradas y enormes porciones de territorio que son las campiñas. Las cuales, junto con los enclaves que las salpican, conforman una parte no menor de nuestros bienes ambientales. La conservación de este patrimonio natural es signo inequívoco de desarrollo sostenible.

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4 comentarios en “Los enclaves forestales: un refugio de biodiversidad en riesgo por los incendios”

  1. Fantástico artículo! Que gran concienciacion hay que tener con nuestro medio ambiente…y nada mejor que partiendo de como se origina y que lo modificó. Gracias 😊

  2. Perfectamente define el artículo la problemática ambiental de estos importantes espacios, que para algunos son terrenos baldíos, «forrajeros», o impedimento para la ambiciosa expansión agrícola.
    En la medida de lo posible, y con mayor o menor éxito, los Agentes de Medio Ambiente, velamos por la conservación de estos reductos.
    Señalar y difundir la importancia del mantenimiento de estos terrenos a través del artículo, para conocimiento de la ciudadanía es una labor también interesante.
    Un saludo Alejandro

    1. Alejandro Carreras Benítez

      Me consta que los Agentes de Medio Ambiente constituís en muchas ocasiones el único baluarte de defensa de las áreas menos «prestigiosas» del medio natural. Gracias por ello.

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