Habitada desde la prehistoria por los pueblos fineses, origen también de los actuales finlandeses, la historia de Estonia es pareja a la de su vecina Letonia. Sin embargo, el idioma estonio no guarda ninguna relación con las lenguas autóctonas de los otros dos estados bálticos, el lituano y el letón, las cuales son lenguas bálticas.
El estonio pertenece al grupo finés y ha estado muy influenciado por el alemán. Como curiosidad, el vocabulario estonio relacionado con la ciudad y la modernidad se inspira considerablemente en el alemán. Todo ello debido a siglos de existencia de una clase dirigente de origen germánico que influirá no sólo en el idioma, sino en todos los aspectos sociales, económicos y culturales del país.
Junto a ello, los estonios tienden a considerarse como un estado nórdico más. Su afinidad con Finlandia, un pasado como parte integrante de Dinamarca y de Suecia, y unos estándares de vida “escandinavos” motivan que los estonios busquen su adscripción a este selecto grupo.
Daneses, germanos y eslavos
Los primitivos estonios, de etnia y lengua finesas, se vieron acosados primeramente por las tribus bálticas del sur. A principios del siglo XII las costas de Estonia pasan a ser ocupadas por el Reino de Dinamarca, que finalmente las cede a la Orden Livona. Estos nobles alemanes, tal como han hecho en el resto del Báltico, feudalizan todo el territorio. Fundan la ciudad de Tallin (bajo el germánico nombre de Reval) como estratégico puerto de la Liga Hanseática entre Escandinavia y Rusia, e instauran asimismo el Obispado de Dorpat (Tartu) como punta de lanza de sus incursiones contra los eslavos.
Así, el río Narva y el lago Peipus, antaño vía comercial de los vikingos, pasa a servir de frontera entre la Livonia Medieval y la República de Nóvgorod, entre los germanos y los eslavos, entre el mundo católico y el mundo ortodoxo.
Al igual que en Letonia, los barones bálticos se convierten en la élite comercial, política y cultural del país, y mantendrán ese estatus por varios siglos.
Mientras que el sur del actual territorio de Estonia forma parte de Livonia, la costa del Golfo de Finlandia se convierte en el Ducado de Estonia. Este ente, entorno a la ciudad de Tallin, mantendrá cierta autonomía en los siglos venideros y fluidas relaciones comerciales con el resto de ciudades hanseáticas y con los países nórdicos. El ducado será el germen de la futura Estonia.
Estonia como parte de Suecia
En el siglo XVI, los barones bálticos abrazan la Reforma Luterana, que se convertirá en mayoritaria en todo el país. El declive de la Orden Teutónica y el fin del sistema feudal, harán que Livonia (recordemos: el norte de la actual Letonia) y el Ducado de Estonia pasen a la órbita del nuevo gran imperio del norte: Suecia.
Dos siglos bajo esa esfera, denominada en Estonia como la “antigua buena época sueca”, trae ciertas mejoras a los subyugados siervos y campesinos, mientras que las élites mantendrás sus privilegios y derechos especiales.
El Imperio Ruso
El advenimiento del Imperio Ruso, con Pedro El Grande a la cabeza, debilita a Suecia, y supone el paso de Estonia a manos rusas en 1711. Rusia, además de conquistar la costa báltica, quiere modernizarse y occidentalizarse. Durante un siglo, la coexistencia será pacífica y fructífera. Las instituciones locales mantienen su independencia económica, cultural y religiosa dentro de ese imperio, y la burguesía seguirá haciendo crecer las ciudades.
Los aristócratas alemanes destacarán como militares, marinos y funcionarios al servicio del régimen imperial zarista, asimilándose a la alta burocracia gubernativa mediante títulos nobiliarios rusos y conservando su identidad cultural.
El camino hacia la independencia
Los vientos nacionalistas que recorren Europa en el siglo XIX llegan también a Estonia. Al igual que en otras provincias rusas, sufre como respuesta una brutal política de rusificación: se prohíben las manifestaciones culturales estonias, la universidad de Tartu deja de ser de habla alemana, el idioma ruso se impone en la administración, e incluso se construye una gran catedral ortodoxa en Tallin.
La migración del campo a los centros urbanos, hace surgir nueva élites nativas, logrando en poco tiempo un mayor poder económico y una influencia social suficiente para desafiar la primacía de la aristocracia alemana. Ésta mantenía un predominio social desproporcionado respecto a su número de miembros: en 1881, se calcula que vivían aproximadamente 46.700 alemanes étnicos en toda la provincia rusa de Estonia (el 5,3% de la población).
La Primera Guerra Mundial
Al igual que en la vecina Letonia, durante la Primera Guerra Mundial, surgen diferentes intentos por conformar una nueva realidad en los países bálticos. Se habla incluso de crear un Ducado Unido del Báltico, bajo protección de Alemania, que aglutine Livonia y Estonia.
La independencia de Estonia en 1918 no traerá la paz. Durante dos años, el territorio se convertirá en un campo de batalla entre rusos blancos, bolcheviques, paramilitares alemanes patrocinados por las élites… Un débil ejército estonio luchará por mantener la libertad alcanzada.
El decidido apoyo de los Aliados motivará el fin de las hostilidades, el reconocimiento internacional de Estonia y la firma de un tratado de paz con la nueva Unión Soviética. La frontera este se trasladará además unos kilómetros e incluirá dos franjas de territorio:
- Un espacio de seguridad más allá del río Narva y tradicionalmente poblado por rusos.
- El área de Petseri, enclave ruso pero en cuyo entorno rural habita el pueblo Setooma, una aislada etnia finesa pero de religión ortodoxa.
La Unión Soviética, muy debilitada tras una larga guerra civil, aceptará el tratado.
El fin de los barones bálticos
Con la desaparición del Imperio Ruso, la influencia social y económica de los barones bálticos ha llegado a su fin. Los nuevos gobernantes, eliminarán cualquier trato preferente a esta minoría étnica, repartiendo las tierras de los terratenientes y eliminando los privilegios de la aristocracia. El idioma estonio se oficializa y el alemán desaparece tanto de la toponimia como de la administración.
La mayoría de los alemanes del Báltico se ven obligados a emigrar. Después de su histórica presencia, Alemania les resulta un país casi tan extraño a ellos como cualquier otro, excepto por el idioma que hablan. Otros deciden quedarse como ciudadanos comunes en los nuevos países independientes recién formados.
Todavía en 1939, los jerarcas nazis plantearán un reasentamiento de los alemanes étnicos que aún residen en el Báltico en las tierras recién conquistadas a Polonia. Uno de los promotores del plan es Alfred Rosenberg. Nacido en Tallin, tras la independencia de Estonia se reinstala en Alemania donde se convierte en uno de los ideológos del nazismo. Estrecho colaborador de Adolf Hitler, será juzgado en los Juicios a Nuremberg y condenado a muerte.
1940: entre dos frentes
En 1940, bajo las amenazas de ocupación por la Alemania Nazi, Estonia decide en un controvertido referéndum pasar a formar parte de la URSS. Un año más tarde es finalmente ocupada por los nazis. Su presencia divide a la población entre los que los ven como liberadores del yugo soviético, o como ocupantes de su territorio. Los estonios lucharán en las filas de uno u otro bando, mientras la represión se centra en judíos, rusos y comunistas.
Durante la Ofensiva del Báltico, Estonia será liberada en 1944, pero la Unión Soviética ha llegado para quedarse. Las fronteras de Estonia se restablecerán en el río Narva. El área de Petseri (Petchory en ruso) volverá a formar parte de Rusia, dejando a ambos lados de la frontera al pueblo Setomaa.
La República Socialista Soviética de Estonia
Ya como una república integrante más de la URSS, se produce un proceso de sovietización y de destrucción de todo aquello que sea símbolo de nacionalismo estonio o de pasado alemán.
Mientras toda huella del pasado es borrada, llegan nuevos habitantes rusos, ucranianos, bielorrusos… que trabajan en la implantación de complejos industriales y en la reconstrucción del país. Se repoblará por ejemplo Narva, arrasada por la guerra, y a Tallin llegarán ejecutivos, técnicos, trabajadores cualificados, militares….
Los estonios étnicos pasarán de constituir el 88% de la población en 1939, a reducirse hasta el 60% en 1970. Para entonces, la República Socialista de Estonia es ya la más desarrollada y económicamente próspera de toda la Unión Soviética.
En los años 70 y 80, las políticas uniformizadoras se suavizan y la identidad estonia vuelve a surgir de nuevo. La llamada Revolución Cantada, supondrá la reinstauración de la libertad ganada en 1918 y la apertura democrática del país.
La independencia y la entrada en la Unión Europea
Sin embargo, la independencia de 1991 pone sobre la mesa la espinosa cuestión rusa: la ciudadanía estonia sólo es otorgada a aquellos que la tenían antes de 1940 y a sus descendientes. Por lo tanto, la mayoría de los rusófonos quedan fuera de cualquier participación en la conformación del nuevo país. Con la entrada del país en la Unión Europea en 2004, la política de ciudadanía se flexibiliza, comenzando a naturalizar a los rusos como ciudadanos de pleno derecho.
Actualmente los estonios forman el 68% de los habitantes de Estonia. Los rusos étnicos son la segunda etnia del país con un 25% de la población total. En los condados del este y en algunas zonas de los alrededores de Tallin llegan a representar más del 50%de los habitantes.
Estonia: ¿el sexto país nórdico?
Los estonios mantienen con los países escandinavos muchos lazos en común, que provienen de las múltiples influencias económicas, culturales y religiosas ganadas durante siglos de dominio danés, alemán y sueco. Este hecho junto con tener el mayor índice de desarrollo de todos los países bálticos es razón para que se tienda a veces a incluir a Estonia dentro de los países nórdicos.
Estonia es miembro observador del Consejo Nórdico (formado por Dinamarca, Noruega, Islandia, Suecia y Finlandia), y las dos islas estonias son más conocidas por sus nombres escandinavos: Dagö (Hiiumaa) y Ösel (Saaremaa). Ya en 1919, se propuso una bandera con la Cruz Nórdica, y tras las nueva independencia de 1991, el debate volvió a surgir entre los que buscaban una diferenciación de Estonia respecto al resto de los países bálticos.
Aunque sujeta a múltiples interpretaciones, la actual bandera Estonia evoca al paisaje nevado, a los bosques y al color de sus cielos, su agua y su mar.