España llegó tarde a la industrialización si lo comparamos con otros países de Europa occidental. La primera línea de ferrocarril en lo que entonces era el país unió La Habana con Güines. Se inauguró en 1837. Para ver el primer tren en la península, en lo que hoy es España, habría que esperar hasta el año 1848 con la apertura del ferrocarril Barcelona – Mataró.
Aunque la revolución industrial llegó tarde a tierras hispanas, llegó, y los mismos fenómenos que ocurrieron en otros países también se encontraron aquí. Uno de los más famosos es la gran expansión de las ciudades, que eran polos de atracción para los campesinos y otras personas del medio rural o provinciano con vidas muy duras.
La explosión demográfica de la revolución industrial
La primera revolución industrial se vio favorecida, y a la vez fue la causa, de una gran explosión demográfica. Surgieron y se expandieron las primeras vacunas y mejoraron enormemente las condiciones higiénicas, como ocurrió con el alcantarillado o la depuración de aguas residuales, gracias a lo que se pudo combatir la altísima mortalidad infantil.
Quizá lo más importante fue el aumento exponencial de la producción alimentaria, que ya no dependía de los a veces caprichosos comportamientos de las cosechas. Este crecimiento poblacional supuso una gran ventaja para la burguesía industrial, pues tenían mano de obra barata de sobra y la economía no paró de crecer.
Así, la segunda mitad del siglo XIX es la época del positivismo: se vencía a las enfermedades, los niños no morían, la economía no paraba de crecer, los ricos eran cada vez más ricos, la ciencia comenzaba a dar respuestas sobre el mundo que nos rodeaba y relegaba el oscurantismo religioso a un plano secundario, el mundo estaba cada vez más interconectado…
Inicios de la industria en España
Pero no nos engañemos. Todo el orgullo, la satisfacción y la bonanza se quedaba casi totalmente en manos de muy pocos: los estratos más altos de la sociedad. La clase media era aún algo casi inexistente. El campo seguía exigiendo unas condiciones de vida durísimas. Aquellos que se fueron para intentar mejorar y progresar, se encontraron con jornadas de trabajo de 12 horas o más, con unos riesgos laborales enormes, con sueldos míseros y con unas condiciones habitacionales pésimas.
La gran ciudad obrera de España fue Barcelona, donde la poderosa burguesía amasaba grandes fortunas (en buena parte como tratantes de esclavos en Cuba) y comenzaba a construir el poderoso tejido fabril de la ciudad condal. Madrid se quedó en un segundo plano en la industrialización española, también por detrás del País Vasco.
Pero en la capital la industria también tenía presencia y su importancia como centro político y cultural del país era, asimismo, un polo de atracción para cada vez más personas venidas de las provincias. De hecho, el aluvión de gente fue tal que había que decidir qué hacer con tantas personas, dónde meterlas. Había que buscar un lugar para que tantas familias nuevas vivieran.
El origen de las corralas madrileñas
Durante los siglos XVII-XVIII se habían comenzado a edificar un tipo de viviendas comunales llamadas corralas. Eran, básicamente, un bloque con un patio central alrededor del cual se disponían las viviendas en pisos y con pasillos exteriores.
El origen de estas viviendas podría estar, curiosamente, en los corrales de comedia, lugares de representación de las obras de teatro durante el Siglo de Oro español y que tenían una forma y un nombre muy similares, aunque los bloques de casas comenzaron llamándose “casas de corredor”.
La corrala, pues, no nace en la época de la revolución industrial, sino que vive su época dorada entre finales del siglo XIX y principios del XX. Tampoco es exclusiva de Madrid; pueden encontrarse corralas también en Castilla, Andalucía, País Vasco, Valencia, Cantabria… pero es en la capital donde se construyeron de forma sistemática para acoger a una población que crecía desmesuradamente. Incluso podemos encontrar edificios muy similares, tanto física como conceptualmente, en otros países, como Italia, Portugal, o incluso Argentina o Chile.
La vida en las corralas
La vida en las corralas se ha romantizado y hoy en día forma parte del acervo cultural madrileño. Están presentes en zarzuelas, obras de teatro y son la máxima expresión del Madrid más castizo y folclórico. Hoy vemos con ojos maravillados sus formas arquitectónicas tradicionales e imaginamos el ambiente popular, llano, sencillo, que algún día tuvieron (y que pueden seguir teniendo hoy en día las que quedan).
La vida en la corrala era comunitaria. Todos hacían vida en el patio central, donde los niños jugaban y los adultos socializaban. Pero, no hay que dejarse llevar por el romanticismo, la vida en estos lugares no debía ser cómoda. Para empezar, el tamaño de las casas era minúsculo y a veces vivían en ellas familias enteras.
Estas casas no contaban, a veces, ni siquiera con habitaciones, y se creaban estancias usando como paredes biombos o cortinas. Al vivir tanta gente tan concentrada y hacinada, eran focos de contagio de enfermedades. Además, solía haber solo un baño por cada planta, lo que quiere decir que podían ser compartidos, en las corralas de mayor tamaño, por hasta 10 hogares. Cada casa se encargaba de la limpieza del baño un día a la semana. Definitivamente, como todo lo que nos ha llegado dulcificado del pasado, la realidad distaba mucho de ser encantadoramente popular y folclórica.
Las corralas en el Madrid actual
Pero no cabe duda de que esto tipo de edificios son ya una seña de identidad de Madrid, y muchos siguen en pie. Con el tiempo, las viviendas fueron mejorando sus condiciones: se incluyeron cuartos de baño y se tiraron y construyeron nuevos tabiques en las casas para dotarlas de mayor tamaño y habitaciones. Hoy, lejos de ser viviendas para clases altas, sí son hogares dignos (aunque esta consideración es muy relativa) que cumplen con todas las normas habitacionales.
La desaparición de las corralas se fue acelerando a lo largo del siglo XX, hasta que en 1976 entró en el debate público la demolición de un inmueble incónico y muy famoso del barrio de Lavapiés. La polémica se zanjó otorgándole protección histórica-artística al edificio, por lo que se comenzó un proceso general de rehabilitación y mantenimiento de corralas en todo Madrid.
Las corralas en barrios populares
La mayoría de las que quedan en la capital se concentran en barrios populares, como Lavapiés, Carabanchel o Tetuán. Hay cientos de ellas. Algunas continúan siendo lo que siempre fueron: casas para clases populares, hoy día gente que viene de alguna provincia o inmigrantes; otras se han convertido en centros culturales, otras en galerías comerciales y algunas pueden incluso visitarse.
Os dejo una foto de la bonita corrala en la que vivo, de 1912, donde me despierto cada día respirando historia obrera.
Este magnífico artículo sobre la arquitectura popular madrileña me recuerda los «palomares», que sueron a una variante similar aunque mucho mas sencilla en su escala y dimensiones. Aquella predominó hasta hace algunas décadas en la ciudad de Guatemala y en lugar de tener como origen un viejo teatro, se gestaban dentro de casas solariegas desocupadas por la gente acomodada. Por otra parte, su blog es un gran ejemplo de que puede crearse contenido en español de altísima calidad. ¡Abrazos y saludos cordiales!
Hola, Roberto:
¡Qué interesante lo que cuentas! Muchas gracias por el aporte y por las buenas palabras.
Un saludo.
Magnifico y e ilustrativo artículo. Vivo en Madrid en dos edificios de corralas. Uno en Chamberi , en Garcia de Paredes casi equina Álvarez De Castro que estaba genial. Posteriormente me mudé al edificio de la calle Toledo que hace esquina con López Silva y mis habitaciones daban a las corralas de distintos edificios colindantes. Por dios en verano era imposible dormir ahí, pero era como Rue del Percebe. Se veían las vidas de todos ….
Qué buen sitio. Me alegro de haberlo encontrado. Suerte con todo.