La Administración Trump levantaba ampollas aún antes de comenzar su mandato. Pocos dudan de eso. Pero hay un ángulo en el que no se ha reparado tanto. China podría tomar el mando de las regiones desatendidas por los estadounidenses en caso de que su Gobierno se ciegue en mirar hacia dentro, tal y como ya ha empezado a demostrar al sacar a Estados Unidos del Tratado Trans Pacífico (TTP).
Juega a favor de China la controversia que precede al actual presidente, su discutido liderazgo, tanto dentro como especialmente fuera de su país. El caldo de cultivo perfecto para mejorar a nivel mundial la imagen de un régimen como el chino que lleva años preparando el asalto al trono del mundo.
El cambio no será repentino, pero la transición podría acelerarse en el marco proteccionista que anticipa el mandato del 45º presidente de Estados Unidos.
Un comentarista de la televisión de Hong Kong apuntaba en su día a que, a pesar de la retórica anti Pekín de Donald Trump, podía “ser el mejor presidente para China”. La presidencia de Trump se convertiría así en la puerta perfecta para iniciar el camino hacia el dominio estratégico de China en Asia y en muchas otras partes del planeta.
Por el momento ya hemos visto al presidente chino en Davos. Y la foto no es una cualquiera. Acudía por primera vez y aparecía como defensor del libre comercio, una interesante paradoja para un gobierno “comunista”. Por primera vez se presentaba al mundo como líder mundial de la globalización.
Xi Jinping tomaba el mando simbólicamente de una nave que parece descarriada ante la perspectiva proteccionista que se avecina con un Trump contrario a todo tratado de libre comercio otrora liderado por Estados Unidos. Empezando por NAFTA (con Norteamérica), siguiendo por el TTIP (con la Unión Europea) o el TTP (con el área del Pacífico), del que acaba de retirar a su país.
Xi Jinping lanzó un aviso muy claro: «nadie sale vencedor de una guerra comercial». El presidente chino también descartó que su país vaya a emprender «una guerra de divisas», toda vez que el nuevo equipo de Trump empieza a quejarse de la fortaleza del dólar.
El primer presidente chino en acudir a Davos defendió un nuevo modelo de crecimiento inclusivo. Citó a la innovación como principal motor e incidió en la necesidad de adoptar un enfoque coordinado entre los países.
Este tono conciliador era reforzado recientemente por el Ministerio de Exteriores chino que rebajaba el supuesto «conflicto» al afirmar que China y Estados Unidos «deben ser amigos» poco antes de la proclamación de Trump como presidente estadounidense.
«Debemos ser amigos y socios y no competidores y enemigos. Deberíamos mantener nuestro compromiso para aumentar la cooperación y los beneficios», expresó la portavoz del Ministerio de Exteriores. También aseguró que China está preparada para trabajar con Washington «bajo el principio de la no confrontación y el respeto mutuo».
Estados Unidos mira hacia dentro, China hacia afuera
Las políticas de «América Primero» (América First, en inglés) son el eje fundamental del discurso de Trump. Y ponen en una difícil situación el papel de Estados Unidos como «árbitro» del mundo. La más obvia relación es el desapego no disimulado de Trump hacia los tratados de libre comercio.
En el caso concreto de Tratado Trans-Pacífico (TTP, por sus siglás en inglés), Trump ha hecho caso omiso a las voces, como la del primer ministro de Nueva Zelanda, John Key, que advertían de que «si Estados Unidos abdica del liderazgo en la región, ese rol será ocupado«. El ocupante de ese rol parece claro: China. Las economías de la zona no se van a quedar impasibles.
Y China lo sabe. Por si las moscas, ya ha comenzado a crear su propio Banco Mundial. Se trata del Banco de Inversiones en Infraestructuras Asiáticas. Según un estudio, en los próximos 5 años podría prestar 20.000 millones de dólares para desarrollo regional, el equivalente a los préstamos realizados por Estados Unidos a través del Banco Mundial.
Por si fuera poco, China tiene su propia agenda de Infraestructuras. Se trata de la iniciativa «One Belt. One Road«. Según el ‘Center for Strategic and International Studies’ vendría a ser el plan Marshall chino, con redes viarias para conectar el gigante asiático por tierra con Moscú y Roterdam y por mar a través del Sudeste Asiático y las costas africanas.
El «destino manifiesto» de China
Lo cierto es que China va interiorizando la dialéctica del «Destino manifiesto». Esa creencia que al estilo del espacio vital de Ratzel ha acompañado a los pueblos dominantes. El Manifest Destiny, en inglés, expresaba la creencia en que Estados Unidos es una nación destinada a expandirse desde las costas del Atlántico hasta el Pacífico.
Una idea es también usada por los partidarios para justificar otras adquisiciones territoriales. Un aspecto aún latente en el caso de China, que ha enseñado la patita en casos como el de su mar meridional.
Frente a esta visión ahora tienen a un Estados Unidos retraído que parece dispuesto a mirarse el ombligo y a encerrarse en sí mismo. Sin duda el «América First» puede volverse en contra de Estados Unidos. Y puede quizá ser el comienzo de un declive.
Las relaciones con Taiwán, punto de fricción
Hay un punto de fricción muy claro entre China y Estados Unidos: la relación con Taiwán. China se opone a “cualquier intercambio oficial” entre la isla y Washington. Trump ha dejado entrever que podría utilizar Taiwán como arma de negociación comercial con China.
Un poco de historia. La victoria comunista en la Guerra Civil China en 1949 marcó el comienzo de la división del país en dos estados. Una división que ha continuado hasta la actualidad.
La República de China (Taiwán) conservó el asiento correspondiente a China en la ONU inicialmente. Además, siguió siendo reconocida como el Gobierno legítimo de China por muchos países occidentales, en especial por Estados Unidos.
Pero durante los años 70, la mayor parte del mundo pasó a reconocer a la República Popular China, incluso Estados Unidos, que finalmente aceptó que el asiento de China en las Naciones Unidas pasara a la República Popular.
Todo acercamiento a Taiwán por parte de Estados Unidos es visto como una clara amenaza por China, que incluso aprobó una ley a medida en 2005 para poder ocupar por la fuerza este territorio.
Xi ya ha vuelto de Davos. Trump ya es presidente. La historia sigue su curso.